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La hija de la criada

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Realismo Urbano

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Introduction

La equitación es la gran pasión de Marcela, quien pertenece a la alta sociedad inglesa. Pero días antes de su boda sufre un grave accidente a caballo. Ella no solo queda postrada en una silla de ruedas, sino también hundida en una profunda depresión. Esta es una historia de superación, llena de ternura, que nos enseña que una discapacidad no tiene por qué limitarnos y que las frustraciones y los sentimientos negativos que tanto nos hacen sufrir nos sirven para nuestro crecimiento personal.
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Chapter 1

A mis queridos amigos, Josep Vergés y María Ribas,

con muchísimo cariño y agradecimiento.

***

Esta tarde no vendrían Diana y Christ a tomar el té y a jugar al mus como de costumbre, habían quedado para ir de compras a Mahón. Se casaba Margarida, la hermana de Esteve. Leslie y Christ querían comprarse un vestido para la boda. Diana, consumista y seguidora de las últimas tendencias de moda, quiso acompañarlas para comprarse algo, de paso.

Marcel solía estar en casa a estas horas. Después de que nacieran las niñas, cambió el turno en el hospital para poder estar en casa e ir a recogerlas personalmente a la salida del colegio. Pero hoy aún no había llegado, estaba de guardia y llegaría más tarde. Ayer oí cómo le decía a Alice que fuera ella a recoger a las niñas a la salida del colegio.

En casa solo estábamos Alice, Joana y yo. Jacinto y Neus ya se habían ido. Eran las dos y media de la tarde y las niñas no volverían hasta las cuatro y media, faltaban dos horas para que regresaran. Como la tarde era magnífica a pesar de estar a finales de septiembre, le dije a Alice que me sacara al jardín. No sé por qué aún después de tantos años de conocer esta maravillosa isla, me sorprendo de su suave clima. «Claro, me dije a mí misma, esto no es Inglaterra», septiembre en Menorca es maravilloso. Alice colocó mi silla en la parte delantera del jardín, frente al mar, con el encantador y pintoresco pueblecito de pescadores que, blanco como una gaviota, se extendía a lo lejos a mi derecha. La tranquilidad era absoluta, solo alteraba el silencio el chillido de las gaviotas que sobrevolaban la zona. El cielo, de un azul limpísimo, sin una sola nube; y el mar, en absoluta calma, podría haberse confundido con un espejo de no ser por algún velero que lo surcaba. La tarde era tan clara y luminosa, que en el horizonte se podían ver las montañas de Mallorca.

Leería hasta que empezara a llegar la familia. Le pedí a Alice que me trajera Septiembre, el libro de Rosamunder Pilcher que estaba leyendo. Hacía poco que había leído Los buscadores de conchas, de la misma autora y me sorprendió agradablemente encontrar a Joel, uno de los personajes de Los buscadores de conchas, en Septiembre. Se puede leer un libro sin leer el otro, pero si se leen los dos es mejor empezar por Los buscadores de conchas, ya que en Septiembre se alude a algunos de sus personajes. También le pedí que me trajera una copa de Drambuie, el exquisito licor escocés de un color amarillo intenso debido al azafrán que lleva en su composición y al que Bonnie Prince Charlie llamaba eau de vie atribuyéndole propiedades curativas. Me sentía feliz y tranquila, con esa paz interior que solo se consigue en la madurez. A pesar de las piedras que he ido encontrando en el camino, necesarias para crecer, cuando hago balance de mi vida, el saldo es positivo. Creo que soy una persona afortunada. Aunque hubo un tiempo en el que la no aceptación de las cosas me hizo muy desgraciada. Ahora, todo eso ya forma parte del pasado. Aquí, en este bonito jardín y en la paz de esta amable isla, disfruto del momento que me brinda esta preciosa tarde de otoño.