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Susurros Inaudibles de un Vínculo Rechazado

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Hombre Lobo

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Introduction

La experiencia amorosa de Elise ha sido fugaz a lo largo de su existencia. La pérdida de su madre a manos de unos granujas se convirtió en un punto de inflexión, que llevó a su padre y a su hermano a responsabilizarla injustamente, a pesar de que entonces sólo tenía cinco años. Comenzó así un ciclo de maltrato y acoso. Cuando el primer encuentro con su futura pareja se saldó con un rechazo, ella no se resistía, acostumbrada a las decepciones de la vida. Aunque el intento de su pareja de romper el vínculo no tuvo éxito, un incidente traumático dejó a Elise sin voz y desconfiada, cerrándose a todo. En busca de refugio, encontró a un compañero de segunda oportunidad cuya verdadera naturaleza desafía sus expectativas. ¿Podrá él desmantelar los muros emocionales que ella ha construido e ilustrarle la esencia del amor? Al final, Elise se ve obligada a comprender que confiar en los que la rodean y en sí misma es a veces imprescindible.
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Chapter 1

Elise

—Eres una desvergonzada, buena para nada, ni siquiera sé por qué me molesto en mantenerte con vida —dijo mi padre, no era la primera vez que me las decía, así que ni me defendí porque sabía que era un esfuerzo inútil. Me agarró tan fuerte que me cortó la respiración, pero no me quejé, solo me quedé mirándolo fijamente a los ojos tratando de esconder el dolor. Se había vuelto un monstruo.

Finalmente me soltó y me desplomé al suelo como una marioneta rota. Recién en ese momento, me permití derramar unas cuantas lágrimas aunque sabía que esto no me ganaría ni una pizca de piedad de su parte, lo más probable era que se enojara peor al verme. Traté de darme la vuelta con la garganta todavía doliéndome cuando sentí una patada en la espalda. Me congelé en el lugar del dolor y escuché el piso de madera crujir bajo sus zapatos. Me examiné como pude y temí que me hubiera roto una costilla. No sería la primera vez que lo hiciera y lastimosamente tampoco sería la última. Me levanté a duras penas con las piernas temblando.

—Te traeré algo para tomar —le dije tratando de no tartamudear, pero no sirvió de nada porque lo siguiente que registré fue una bofetada que me torció la cabeza. La mejilla me escoció y probé el sabor metálico de la sangre. Me había roto el labio.

—¡Apúrate! —me escupió antes de sentarse en el sofá viejo de la sala y prender la televisión. La mesita frente a él estaba llena de botellas de cerveza, cajas vacías de comida rápida y envoltorios. Me fui a la cocina cojeando para agarrarle una cerveza y volví con las mismas. Se la entregué con la cabeza gacha porque sabía que cualquier comentario me ganaría más golpes. Él la abrió, tomó un sorbo y me miró con asco.

—Escúchame, niñata, si no veo una cerveza esperándome lista para la cena, ya verás la golpiza que te daré —me advirtió, terminando la botella que tenía y lanzándola en mi dirección. Di un paso al costado para que no me golpeara y esta se rompió contra la pared. Esta era la situación que vivía todos los días, tenía un hermano pero también hacía lo mismo, no era más que una sirvienta para ellos.

Nuestra familia no siempre había sido así, antes habíamos sido felices cuando mi mamá todavía vivía. Sin embargo, una vez fuimos atacados por lobos sin manada y mi mamá había muerto protegiéndome. Mi papá no había podido superarlo y había descargar todo su dolor culpándome. Mi hermano luego también se le había unido y aunque había tratado de razonar con ellos, solo empeoraba las cosas, así que había desistido y aceptado mi destino. A veces me preguntaba si realmente había sido mi culpa y si no hubiera sido mejor que yo fuera la que hubiera muerto en ese momento.

Afortunadamente, tenías lo suficiente para hacer un poco de pasta. Nunca teníamos mucho porque la mayoría del dinero era gastado en el vicio de mi padre, pero nos alcanzaba para sobrevivir. Cociné la pasta, le eché un poco de salsa que todavía sobraba y lo último del queso que había comprado la semana pasada. Dividí la comida en dos platos pero me aseguré de servirme poco porque si me servía de más mi padre era capaz de tirarlo. Me decía que estaba muy gorda y no merecía comer.

Le entregué el plato con la pasta y comenzó a comerla sin decirme nada. Me agaché para comenzar a limpiar el vidrio y me corté mientras lo hacía. Mi hermano, Austin, todavía no había llegado, pero lo prefería de esa manera. Mi padre se encargaba de golpearme en casa y mi hermano me hacía la vida horrible en la escuela. A veces sentía que le gustaba aterrorizarme más que lastimarme como si fuera un juego.

A mi padre no le importaba cómo me trataba Austin, me odiaba después de todo. Mis ojos se llenaron de lágrimas al pensar en esto. Mi vida no tenía sentido, la única esperanza que tenía era estudiar bien para escapar de este lugar. Si no me iba, me quedaría perdiendo mi vida aquí.

El Alfa de la manada no intervenía en asuntos familiares, además nuestra casa estaba ubicada en las afueras de la comunidad, estábamos aislados de los demás, así que nadie podría haber escuchado mis gritos. Aparte, nunca me habían llevado al hospital, así que no había registro del abuso.

Quería escapar, pero no tenía ningún lugar al que ir. No conocía a nadie más que a los que me maltrataban. Me daba pena porque mi hermano solía adorarme antes, no sabía en qué momento me había comenzado a odiar tanto. Sus amigos le ayudaban a atormentarme. Mi vida era una pesadilla.

Esta era la miserable historia de una joven de diecisiete años llamada Elise. Mi familia era mi mayor tormento a tal punto que deseaba que estuvieran muertos. Tenía tanto odio acumulado en mi interior que no podía tener piedad de ellos. Lo único que podía hacer era esconderme y esperar hasta que tuviera la oportunidad de escapar. Esperaba sobrevivir para ver ese día.