—¡Jinchen Bo, eres libre!
Nuannuan Gu se levantó de la cama, se puso la ropa que estaba tirada por el suelo y soportando el dolor que irradiaba de entre sus piernas sacó un sobre de su bolso para dejarlo en la mesita de noche. No se fue de inmediato, en su lugar se acercó a la cama y se quedó observando al hombre que dormía plácidamente en ella.
Jinchen Bo había sido el amor de su vida por siete años. Cuando se habían casado, el hombre había estado tan enfermo que un consejero celestial le había dicho que su unión podía traerle buena fortuna. Su padre y madrastra prácticamente la vendieron para salvar su propio honor.
Obviamente, Nuannuan no había estado de acuerdo con la idea de que la usaran para mejorar su posición social, pero no se había negado porque deseaba casarse con Jinchen. Sin embargo, en la noche de bodas, el hombre le confesó que la odiaba y nunca había querido casarse con ella.
La mujer pensó que si lo trataba bien, sus sentimientos podrían cambiar con el tiempo. Pensó de esta forma hasta que estando hospitalizada le llegó una foto de Jinchen teniendo una cena romántica con Xuewei. Finalmente, entendió que sus esfuerzos eran inútiles, así que cerró su corazón y decidió que terminaría con esta farsa de matrimonio.
Nuannuan volvió al presente y se dio cuenta de que el hombre no había despertado todavía.
—¡Adiós, Jinchen!
Se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás.
...
Cuando Jinchen se despertó, eran las nueve de la mañana, se agarró la cabeza mientras los recuerdos de la noche anterior aparecían en su mente. Nuannuan lo había dr*gado y se había aprovechado de él, lo peor de todo era que al final había estado tan perdido que se lo había rogado.
Jinchen estaba acostumbrado a esperar que otros empresarios le tendieran trampas, pero nunca se lo hubiera esperado de una mujer. Cuando la viera, la estrangularía. Miró a todos lados, pero no le encontró en ningún lado.
Por el rabillo del ojo, notó que había un sobre sobre la mesita de noche. Extendió la mano y lo agarró.
—¿Papeles de divorcio? —se preguntó frunciendo el ceño con una expresión sombría—. ¿En serio quiere divorciarse? ¿Cómo es eso posible?
Debía ser un plan. ¿Qué diablos quería hacer esa mujer? Se arregló lo mejor que pudo y salió de la habitación. Ni bien llegó a la sala principal, uno de los sirvientes se le acercó.
—Señor, la señora se ha ido.
—¿Cuándo? —le preguntó con urgencia.
—Temprano en la mañana.
—¿De verdad se ha ido? —se preguntó mientras miraba a la puerta un tanto asustado.
...
Seis años después en el país K.
—Muchas gracias por su trabajo, doctora Gu, no ha ido a su casa en dos días por el proyecto.
—Este proyecto es demasiado importante, no podemos cometer ningún error. Por fortuna, ya estamos a punto de terminarlo —le respondió la mujer mientras se ponía su saco blanco y dejaba su teléfono en su gabinete. Justamente en ese momento, la pantalla de su dispositivo se prendió.
«Mami, ¿ya terminaste con tu trabajo?».
«¡Mami, no has venido a casa en dos días!».
Nuannuan estaba cansada, pero no pudo evitar sonreír cuando vio los mensajes de sus hijos. Hace seis años había dejado el país para seguir estudiando después de dejar a su esposo. Nunca había pensando que saldría embarazada esa noche. Aunque fue difícil al principio, decidió tener a los bebés y dio a luz a trillizos: dos niños y una niña. Lastimosamente, la niña no pudo sobrevivir por falta de oxígeno.
Al recordar a sus inteligentes hijos, Suisui y Niannian, la mujer no pudo evitar mirar a su celular con cariño.
«Quédense en casa como les pedí. Regresaré ni bien termine con mi trabajo. No se metan en problemas».
Después de enviar el mensaje, Nuannuan dejó su teléfono en el gabinete y entró al laboratorio. Sin embargo, uno de los asistentes vino diez minutos más tarde para informarle de que el instrumento no funcionaba y que la pantalla de la computadora se había quedado negra.
La mujer se acercó a la computadora para reiniciarla y se sorprendió cuando una imagen de Super Mario le hizo muecas desde la pantalla. Se echó a reír y les dijo a los demás que no tenían que preocuparse.
Salió de la oficina para resolverlo cuando se encontró con el profesor encargado del proyecto.
—¿Escuché que ni instrumentos ni la computadora estaban funcionando? ¿Podrán arreglarlos? El proyecto es muy importante —dijo Mobai con preocupación.
—No se preocupe, profesor, los repararemos de inmediato —le aseguró la mujer.
—¿Fueron de nuevo esos dos niños? —le preguntó con sorpresa cuando se dio cuenta de que estaba demasiado calmada.



