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El cónyuge rechazado

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Hombre Lobo

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Introduction

Después de soportar años de dolor, rechazo y abuso, Nyx Evander finalmente se vuelve rebelde y decide huir con su hija solo para terminar en el territorio del Rey Alfa. Lycus Dardanos, el Rey Alfa, quien siempre quiso una compañera, pero ella no era lo que esperaba cuando la vio por primera vez. ¿Qué sucede cuando estos dos se encuentran y cuando Nyx descubre que su vida está en juego por ser un lobo plateado y el compañero del Rey Alfa?
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Chapter 1

Punto de vista de Nyx

Jadeé de dolor cuando el látigo de cordones de plata golpeó mi espalda. Sentía como mi piel se abría con cada azote, dejando una herida peor que la anterior.

“¿Deberíamos llegar a los veintiuno?” Su risa sonaba siniestra como de costumbre. “¿O sería mejor veintiuno multiplicado por dos?” Volvió a sacudir el látigo. Ya no podía soportar el dolor y grité. Las lágrimas que había estado luchando por contener fluyeron de mis ojos y me ardieron sobre la piel.

“¡Se supone que somos compañeros!” Mis pensamientos rondaban por mi cabeza, pero me tragué mis palabras. “¿Por qué me haces esto?” Tampoco podía preguntar por temor a las represalias. “Por la diosa de la luna, ¡tenemos una hija juntos!” Mucho menos tenía el valor suficiente para decir esto.

¡Me preguntaba en qué estaba pensando la diosa de la luna cuando nos hizo compañeros! Él rechinó los dientes mientras se inclinaba sobre donde yo estaba encorvada en el suelo. De repente, me sujetó de la cabeza y me obligó a mirarlo. Mis ojos verdes adoloridos se encontraron con los suyos, grises y llenos de odio hacia mí. “¡Maldita callejera!” Escupió sus palabras.

“¡Deberías haberme dejado aceptar tu rechazo!” Dije, pero me arrepentí en cuanto un duro golpe aterrizó en mi rostro.

“¡¿Osas responderle a tu Alfa?!” Su voz estaba llena de rabia “Parece que olvidaste lo qué te puso en esta posición en primer lugar.” Me recordó. “¿Y por qué debería haber dejado que aceptaras mi rechazo?” Su pregunta era un poco retórica. “Quiero que sufras cada vez que tengo s*xo con otra persona.”

“Lo siento.” Murmuré con un tono débil al recordar cómo había terminado así. Esta mañana, él me había pedido que le preparara una tortilla, pero yo me había negado, diciendo que no era su criada. Entonces él se enojó como siempre y prometió castigarme.

Así es como acabé aquí recibiendo mi castigo. Nunca lo había pasado tan mal como en este momento. Me preguntaba qué me esperaba por el resto del día y por el resto de mi vida.

“¡Sabes, habría sido más amable contigo si no fueras una p*rra fea, débil y maldita!” Me tomó del cabello y tiró de mi cabeza hacia atrás con tanta fuerza que sentí que casi me arrancaba el cuero cabelludo. “Además, el id*ota y miserable de tu padre… ¿Sabes por qué apostó tu libertad siendo tú tan joven?”

Me quedé en silencio mientras me atravesaba con sus horribles palabras como si se tratara de un cuchillo.

“¡Porque no vales nada! ¡Eres un desperdicio! ¡Una inútil! ¡Una maldición! No eres nada y estoy más que decidido a causarte tanto dolor como pueda para recordarte lo decepcionante que eres. Lo único que mereces es sufrir.”

Gemí al escucharlo mientras más lágrimas caían por mis mejillas.

“Y la est*pida de tu hija…”

Moría por recordarle que era nuestra hija y preguntarle por qué tenía que ser tan cruel.

“¡Ella es una inútil como tú! ¡Igual de maldita! ¿Incluso tienes las agallas para decir que es mía?” Apretó más fuerte de mi cabello. “¿Cómo sé que esa pequeña p*rra es mía? ¡Todos los machos sin compañera han estado entre tus inútiles piernas! ¡P*ta!”

Me encogí ante sus palabras, las mismas que había escuchado desde que había dado a luz.

“¡Ella es tuya y lo sabes! ¡No soy una p*ta!” Exclamé.

Soltó mi cabello, solo para cogerme del cuello. Me apretaba tan fuerte que restringía el flujo de aire y mis ojos se hinchaban a medida que luchaba por respirar.

“Usas mucho esa boca.” Me gruñó, y sentí sus garras saliendo y atravesando mi piel mientras me estrujaba con más fuerza.

Estaba dejando salir su lobo interno y un miedo primitivo me invadió.

“¡Te mostraré cómo usar tu p*ta boca!” Se puso de pie y me soltó. Me desplomé sobre el suelo jadeando en busca de aire. Sin embargo, ni siquiera tuve tiempo para recuperar el aliento. Se inclinó sobre mí a toda velocidad, me levantó con brusquedad y me llevó a la cama con grandes zancadas.

Me arrojó al colchón con un gruñido. Aullé de dolor cuando mi cabeza chocó contra la cabecera y las lágrimas nublaron mi vista.

Al mirarlo, noté que ya no tenía su camisa y estaba desabrochando su cinturón. Me estaba mostrando esa habitual sonrisa que ponía cada vez que quería abusar de mí.

Cuando por fin se quitó su última prenda, cerré los ojos. De pronto, sentí su peso sobre mí y me quedé inmóvil en silencio mientras aguantaba todo con lágrimas bajando por mis mejillas.

Al recuperar el conocimiento, sentí una mano suave acariciando mi mejilla. Tras abrir los ojos, vi a Amara frente a mí observándome con sus ojos verdes y tristes. Tenía su peluche “esponjoso” entre sus brazos, su vestido estaba manchado de barro y su cara también estaba sucia.

“Mamá, sangre…” Cuando vi que también estaba llorando, supe que se refería a mis heridas abiertas.

Traté de sentarme, pero mi cuerpo solo me respondió con más dolor.

“¿Dónde estoy?” Gemí mientras trataba de descifrar en qué lugar me encontraba. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que estaba en el callejón donde siempre despertaba. Como siempre me desmayaba, él les ordenaba a los guerreros que me trajeran aquí después de que acababa conmigo.

“Lo siento, mami.” Mi hija sollozó, soltó a esponjoso y me rodeó con sus brazos sin importarle que mi sangre la mancharía a ella y su ropa.

La acerqué a mí y abracé su espalda con fuerza. Ella era la única razón por la que yo seguía con vida y luchando día a día. Tenía que sobrevivir para cuidarla y darle una vida mejor.

“¿Ya comiste, bebé?” Le pregunté.

“No.” Sacudió la cabeza y me miró. “Te estaba esperando…”

“Vale.” La alejé de mí con cuidado y me puse de pie. Luego la cargué y me dirigí de regreso a la casa de la manada.

“¡P*ta!”

“¡Callejera!”

“¡Maldita!”

“¡Abominación!”

Traté de no prestarle atención a los otros miembros de la manada mientras me dirigía a mi habitación, o debería decir cubículo. Me había acostumbrado a sus insultos, pero, cada vez que me hablaban así, me dolía el corazón. Escuchar estas palabras una y otra vez me hacía romper en llanto. No obstante, no podía tomar represalias contra ellos ni defenderme o me castigarían.

“Mírala…” Escuché a una de las mujeres reírse con burla. “Y pensar que iba a ser nuestra luna.” No dejaba de reír con una expresión malvada. “Apuesto a que solo finge ser la compañera del Alfa. Es una p*ta, no me sorprende que la rechazara.”

Otros miembros se unieron a ella para burlarse y reírse de mí, pero no les presté atención. Tan solo abrazaba a Amara y trataba de cubrirle los oídos para que no escuchara estas palabras tan despectivas, pero sabía que no funcionaba. Ella podía escucharlas y, muchas veces, me había preguntado qué significaban.

“No eres nada de lo que dicen que eres. No eres una p*ta ni una cualquiera. No te mereces esto, no mereces este sufrimiento.” Traté de convencerme a mí misma de no creer en sus palabras mientras caminaba hacia la cocina a medida que sus voces se desvanecían a lo lejos.

Suspiré aliviada al ver que la cocina estaba vacía.

Entonces, caminé al refrigerador para sacar algunas frutas y carne.

Amara adoraba la carne. Habría dicho que era porque se trataba de una mujer lobo, pero era extraño para su edad que le gustara tanto.

Salí de la cocina y corrí antes de que alguien me viera.

Bajé por las escaleras que conducían al sótano de la casa, que era donde dormíamos. Llegué y me apresuré a cerrar la puerta detrás de mí. Luego dejé caer a Amara junto con la comida que tenía en la mano.

Estaba demasiado oscuro aquí abajo. Este lugar también servía como un almacén donde guardaban las cosas que no necesitaban en la casa. Mi hogar era una simple esquina en este sótano.

Había un colchón delgado cerca de la pared con una manta igual de delgada tirada sobre él. Tenía un saco gastado al lado de la cama donde guardaba la mayor parte de mi ropa y de Amara, entre otras pertenencias sin importancia.

Tomé la mano de mi pequeña y la llevé a la cama. La senté y puse la comida delante de ella en un plato. De inmediato, se lanzó sobre la carne. No pude evitar soltar una risita al ver cómo se la llevaba a la boca y comenzaba a engullirla.

Me senté junto a ella en la cama, cogí unas cuantas uvas y me apoyé contra la pared. Mis heridas seguían frescas, así que jadeé de dolor cuando mi espalda entró en contacto con la pared dura.

“¡Déjame curarte!” Hera, mi loba interna, gruñó. “Deja de ser tan terca.”

“¡No!” Respondí. “Si me curas, él se enterará y se enfadará mucho. Sabes que nos prohibió curarnos. Además, ni siquiera tienes suficiente fuerza por el acónito y la plata.”

“Nyx, ¡tenemos que salir de aquí antes de que nos mate o lastime a nuestra cachorra!” Me advirtió.

Miré a Amara y sentí que la ira crecía dentro de mí al pensar en la idea de que la lastimara.

“Sabes que no podemos escapar. Nos encontrará y lastimará a papá. Además, si huimos, seríamos unas renegadas por el resto de nuestras vidas. ¿Qué crees que pasaría? Solo somos unas omegas, no podremos sobrevivir solas. Amara no sabe cómo sobrevivir por su cuenta y no puedo dejar a papá aquí.”

“¡¡Nyx!!” Gruñó Hera. Me di cuenta de que estaba muy enojada conmigo. “Es culpa de ese hombre que estemos en esta situación en primer lugar. Nos apostó con el Alfa y ni siquiera le importó. Incluso ahora sigue siendo cruel con nosotras y, aun así, te preocupa lo que le pueda suceder.”

Tenía razón, mi padre no había sido un ángel. Siempre me había visto como una maldita y una abominación porque era una loba plateada. Además, nunca le había importado lo que me pasara. No obstante, me preocupaba por él a pesar de su crueldad.

“No podemos huir. ¿Y si nos pasa algo peor ahí afuera?” Le dije.

“¿Y si nos pasa algo bueno? No lo sabremos si no lo intentamos.” Me respondió.

“Será mejor que descanses. Mañana será un largo día.” Después, corté la conexión con ella.

Miré a Amara, y noté que se había quedado dormida con esponjoso en una mano y una toronja a medio comer en la otra.

Sonreí y me acosté a su lado con la esperanza de también quedarme dormida muy pronto.