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La Amada del Sr. Richard

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En proceso

Multimillonario

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Introducción

Audrey fue inmovilizada contra la pared por un hombre fuerte, y sintió un dolor agudo en los brazos. "Suéltame. Me haces daño". Las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, pero ella seguía mirando obstinadamente a los ojos del hombre de forma desafiante. El hombre se inclinó sobre ella. Sus rostros estaban a escasos centímetros, y su respiración caliente se abanicaba en las mejillas de ella. Había muchas emociones en sus profundos ojos azules que Audrey no podía descifrar. "No vas a ir a ninguna parte. Ahora eres mía; mía para amar y mía para todo". *** Chris era el ayudante de Alvin Norris, el director general de Norris's and Co., el pez gordo que no tenía tiempo para acompañar a su prometida, Audrey Mills, por eso a las órdenes de Alvin, conoció a ella. Audrey amaba a Alvin desde la infancia, y siempre soñó con ser su esposa, pero Alvin la trataba sólo como un trofeo para decorar su casa. Era guapísima, perfecta para ser la nuera de la familia Norris. Alvin era un adicto al trabajo, nunca tenía tiempo para Audrey. Cada vez que ella le pedía que la acompañara, él enviaba a Chris en su lugar. Al principio, Audrey odiaba a Chris desde lo más profundo de su corazón. No quería que la acompañara, pero Chris nunca pudo negarse a su jefe y siguió a Audrey en silencio, a pesar de su falta de voluntad. Con el tiempo, ambos empezaron a desarrollar sentimientos el uno por el otro, pero nunca lo expresaron. Mientras tanto, Chris se enteró de la conspiración de Alvin contra Audrey y su familia. Quiso contárselo, pero antes fue apuñalado y quemado hasta la muerte por la gente de Alvin. Todos pensaron que había muerto, pero regresó al cabo de un año con una nueva identidad para vengarse.
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Chapter 1

Las órdenes del jefe

El invierno terminó y la primavera se hizo paso trayendo los rayos de sol. Las flores comenzaron a florecer por todas partes y las hojas se volvieron más verdes con el cambio de clima. El canto de los pájaros se oía en la distancia y había una fina capa de roció sobre las plantas. Chris Smith eligió ese momento para despertarse con un gran bostezo. Se frotó los ojos antes de saludar al cuadro que colgaba en la pared frente a la cama.

—Buenos días, mamá.

Cogió el teléfono de la mesa de noche para revisar la hora y sintió que se le venía el mundo encima. Terminó de despertarse por completo cuando se dio cuenta de que eran las ocho de la mañana.

Maldiciendo por lo bajo, se levantó de la cama de un salto y corrió al baño. Había puesto la alarma para las siete, pero como siempre la había apagado y se había vuelto a dormir. Se suponía que debía estar en la oficina a las nueve porque su jefe tenía que asistir a una reunión con la junta directiva a las nueve y media. Sin embargo, Chris tenía la mala costumbre de nunca despertarse cuando debía, pero esta vez se había pasado y probablemente sería regañado por su jefe. No sería sorprendente si lo despedían por esto.

Se bañó lo más rápido que pudo y salió quince minutos después con el cabello todavía escurriendo agua. Se fue al armario para cambiarse, pero se detuvo cuando pasó por delante del cuadro y se detuvo haciendo una mueca en la cara.

—No me mires de esa manera, me secaré el pelo. No te preocupes —le dijo antes de sacar una toalla seca y comenzar a frotarse el cabello. Se puso una camisa blanca y un pantalón negro, se secó el pelo con una secadora y se peino con un poco de gel. Se perfumó, se puso un reloj, agarró la billetera, las llaves del auto y un maletín antes de salir corriendo, no sin antes despedirse del cuadro.

—Adiós, mamá. Te veo en la tarde.

Cuando llegó a la sala, alguien tocó el timbre y dejó escapar un quejido por lo alto. Puso mala cara y maldijo de nuevo por lo bajo. Abrió la puerta para encontrarse con una bonita joven en sus veinte que le estaba sonriendo ampliamente, sin embargo, este solo puso los ojos en blanco.

—Aurora, ¿qué estás haciendo aquí? —dijo sin ocultar su irritación. Aurora era su vecina y amiga de la infancia, pero a veces se ponía pesada y en ese momento Chris no quería nada más que estrangularla. A pesar de esto, la joven no se inmutó y le mostró un recipiente.

—Hice muffins y te he traído algunos. Ven y come un poco —le dijo antes de entrar a la casa sin esperar su respuesta y dejar el contenedor en la mesa del comedor. El chico la miró como si estuviera loca con la boca abierta y los ojos entrecerrados. Aurora se puso nerviosa—. ¿Qué pasa? Ven para que comas, sé que no has desayunado todavía.

—Tengo que ir al trabajo, estoy tarde, ¿puedes irte ahora?

—Chris...

—Bien, quédate, yo me voy pero cierra cuando te vayas —le dijo sin esperar a que continuara. Se giró para irse, pero en ese momento le llamaron. Sacó el teléfono y reconoció el número de su jefe—. ¿Sí, jefe?

—No es necesario que vengas hoy —dijo una voz profunda al otro lado de la línea y el joven comenzó a sudar frío. Abrió los ojos con nerviosismo.

—¿Por qué, jefe? ¿Me está despidiendo si no he hecho nada malo? Por favor, jefe, no me despida.

—Chris, déjame hablar —sentenció Alvis Norris, molesto, a lo que el otro cerró la boca y se colocó el dedo índice sobre los labios—. Audrey, mi prometida, está regresando, pero sabes que tengo que estar en la reunión con la junta, así que ve a buscarla al aeropuerto con flores y regalos.

—¿Qué? —preguntó Chris con sorpresa—, ¿enserio? No lo sé, jefe.

—Escucha, Chris —lo interrumpió el otro—. Si quieres seguir trabajando en esta empresa, tienes que obedecerme. En caso contrario, solo renuncia.

—No, no era eso, jefe —dijo el otro tartamudeando sin saber qué más decirle, Alvin lo tomó como una respuesta positiva.

—Muy bien, el vuelo llega a las once, asegúrate de estar ahí antes y cuídala bien —le dijo antes de colgar. Chris se quedó viendo el teléfono con sorpresa.

—¿Qué? ¿Qué se supone que debo hacer ahora?

—¿Qué pasó? ¿Está todo bien? —le preguntó Aurora acercándosele al verlo tan descolocado.

—No, nada está bien —respondió, suspirando, y se dejó caer en el sofá con los ojos cerrados y una mano en la frente. Aurora se sentó a su lado con consternación.

—¿Qué pasó?

Chris no respondió de inmediato, ni siquiera se movió y Aurora se preocupó.

—¿Puedes ayudarme? —le preguntó en su lugar, tomándola de las manos con desesperación—. La prometida del jefe está en camino y quiere que vaya a recogerla al aeropuerto con flores y regalos, no tengo ni siquiera idea de qué darle.

—¿Por qué estás tan nervioso? No seas exagerado —le dijo la mujer con sorpresa.

—¿Exagerado? —preguntó Chris antes de soltarle las manos—. ¿Sabes de quién estamos hablando? La mujer es Audrey Harris, la hija de Ricky Harris, nieta del ex presidente del país. No solo eso, su padre también es socio de la empresa y dicen que la mujer es arrogante. El jefe me pidió que la cuidara, pero si ella se enoja conmigo podría perder este trabajo. Sabes lo importante que es esto para mí.

—Lo sé, lo sé, ¿cómo puedo ayudarte?

—Dime qué es lo que les gusta a las mujeres.

—A las mujeres les encantan los regalos caros y los tulipanes —le dijo, realmente hablando de sus preferencias, olvidando que estaba ayudándolo a elegir flores para otra mujer. Siempre había soñado que Chris algún día le regalaría flores pero ni siquiera le había regalo un chocolate en la vida. Dejó de sonreír cuando recordó esto, pero el otro ni lo notó.

—Gracias. ¡Me comeré los muffins más tarde, nos vemos! —le agradeció antes de irse corriendo, la chica lo llamó, pero no la escuchó. Suspiró antes de negar con la cabeza. Nunca antes lo había visto tan emocionado por comprarle regalos a una mujer, si le mostrara siquiera una pizca de esa atención, ella sería muy feliz.

—¿Cuándo te darás cuenta de mi amor? —murmuró con un ligero tirón en el corazón.

Chris se subió al auto y condujo hasta una joyería, pero al ver los precios casi le da un paro cardiaco. Todo estaba caro, sabía que su jefe le devolvería el dinero, pero aún así le costó entregar su tarjeta al momento de pagar. Terminó eligiendo un par de aretes de diamante, que eran los más baratos del local pero costaban mucho más de lo que ganaba en un mes y pidió que los envolvieran.

Después de salir de esto, se dirigió a una florería y compró un ramo de tulipanes de diferentes colores. Se subió al coche y se dirigió directamente al aeropuerto con una gran sonrisa en el rostro. Contento con sus compras. Una vez en el lugar, se dio cuenta de que todavía faltaban quince minutos para que aterrizara el avión, así que se compró un café y un emparedado para merendar porque se estaba muriendo de hambre.

Media hora después, Chris vio a la mujer a la había estado esperando y se quedó boquiabierto. Había visto fotos de ella antes en la casa de su jefe, pero su belleza en persona era incomparable. Tenía un vestido azul sin mangas que abrazaba perfectamente todas sus curvas y tenía el cabello hasta el hombro. Se encontraba revisando sus alrededores como si estuviera buscando a alguien.

—¡Señorita Harris! —la llamó, moviendo la mano de un lado para otro, y la mujer de ojos azules se le quedó mirando con recelo. ¿Quién era este hombre desconocido que le sonreía tan alegre? Lo tachó de demente y tras fulminarlo, se dio la vuelta y se fue en la dirección contraria. Se le borró la sonrisa a Chris y corrió para bloquearle el paso.

—Buenos días, señorita Harris. He venido a recogerla, mi nombre es Chris Smith. El señor Alvin Norris me envió porque tenía una reunión urgente y no podía venir a darle la bienvenida, pero me pidió que le diera estos regalos.

Le presentó el ramo de flores y la caja con los pendientes.