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Cero rubias

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Terminado

Multimillonario

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Introducción

¿Quién dijo que cuidar a un anciano es tarea fácil? Y más si se trata del Sr. Marshall Crane con 81 años de edad. Pero lo peor de todo es tener que soportar a su nieto; Carter Crane. Sarcástico, tarado, insensible, fastidioso, antisocial y cretino. Tampoco puedo dejar por fuera el hecho de que es un adicto a los videojuegos. En pocas palabras Carter es sinónimo de 'Friki Atractivo' El chico es galante y sobre todo seductor. Es imposible negarlo. Pero para colmo, tiene una rídicula"Ley Personal" Cero Rubias en su lista de chicas. Y desafortunadamente yo; Meg Lennon. Tengo que serlo. Una rubia, un anciano, una latina, una castaña, un ex novio y sobre todo un gran inepto. ¿Qué es lo peor que podría pasar?
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Chapter 1

  Mi vida es un poco desastrosa, pero podía verle el lado gracioso a todo.

  Podía. Es un verbo en pasado.

  Y dejé de hacerlo cuando:

  —Empecé a trabajar en casa de los Crane.

  —Cumplí la mayoría de edad, lo que significaba que ya era adulta.

  Sí, exacto, ese momento en el que dejas de ser un adolescente puberto y te transformas en una persona responsable, seria y aburrida. Tres palabras que yo odio. ¡Por todos los cielos! Tengo tan solo 17 años, no puede ser que ya quiere que madure. Y cuando digo «quiere» me refiero a mi tía Wendy.

  Ella es una mujer de 30 años, divorciada y sin hijos. Es la hermana menor de mi padre que justo ahora está dando sus servicios a la Fuerza Armada de los Estados Unidos. En cambio, mi madre murió cuando yo nací... Sí, triste historia, lo que sea. No me gusta hablar de aquello. Crecí con Wendy desde que tengo uso de memoria y algunos años con mi padre, luego él tuvo que irse y desde entonces lo veo cada 2 años.

  Así que ahora que se supone que soy una adulta, tendré que conseguir un trabajo para ayudar a pagar la universidad. Anhelo ir a Louisville desde pequeña.

  Así que aquí me encuentro, en una cafetería, compartiendo la mesa con la hermosa señora Elizabeth de Crane para acordar un trabajo como niñera. Todo va bien hasta el momento.

  —Un gusto conocerte, Megan. Wendy me ha hablado muy bien de ti.

  1

Sí, me llamo Megan, odio el nombre, así que me quedo con Meg y 2

Wendy me recomendó el trabajo.

  —Gracias.

  —De acuerdo, vayamos al punto —da un sorbo a su café—. Este no es un trabajo de niñera común. No cuidarás niños.

  —¿A qué se refiere? —frunzo el ceño sin entender.

  —Es un anciano —utiliza un monótono—. Es el padre de mi esposo, River Crane. Y solo necesitamos a alguien que lo cuide, pero se supone que justo en este momento ya estarías corriendo. Es un buen hombre, solo que en ocasiones es muy ocurrente —la mujer se pasa una mano por el cabello castaño oscuro en frustración—. ¿Qué dices?

  Abro los ojos y trago, indecisa. Vaya, es un anciano. ¿Por qué no solo lo meten a un asilo y ya? No me esperaba esto. ¿Debería aceptar?

  —¿Cuánto me van a pagar? —tomo de mi café para no parecer tan interesada.

  —Oh, el dinero es lo de menos. ¿Cuánto quieres?

  Alzo una ceja. Ahora sí que estoy interesada.

  —¿Doscientos dólares?

  —¿Solo doscientos? Vale, seiscientos dólares al mes. ¿Qué dices?

  Me atraganto con el café y empiezo a toser.

  —Espere... ¿Seiscientos? ¿Dólares? ¿Al mes?

  Mi calculadora mental se activa. Las vacaciones son durante 3 meses, ese es el tiempo que le trabajaría a los Crane para luego largarme a Louisville. Si multiplicas 600 x 3 = 1.800, casi 2.000 dólares, lo que haría que solo faltaran mil más para poder inscribirme. Y entre Wendy y papá podría conseguirlos.

  —Claro, linda, no sabes cuánto hemos estado buscando a alguien para que se encargue de él. Mi esposo y yo tenemos que salir del país para unos negocios y si te pudieras quedar a dormir sería mucho mejor. ¿Cuento contigo?

  Seiscientos dólares al mes.

  Un anciano.

  ¿Qué tan malo puede ser?

  —Será un gusto trabajar para usted, señora Crane.

  …CR…

  Hoy hace una muy bonita mañana y por alguna razón me encuentro frente a la gran Casa—Mansión de los Crane. Es la casa de ensueños de cualquier familia. Blanca, gigante y de dos plantas. La entrada está adornada por un cegador pasto verde y arbustos que se encuentran a los costados del gran pasillo de asfalto que te lleva directo a los pies de la gigante casa. El porche —también gigante— es propio de cuatro pilastras que se alzan hacia el techo. La puerta de entrada tiene un diseño como el de las típicas puertas francesas con ventanillas de cristal difuso. Mis ojos no podían despegarse de la arquitectura del lugar... Y pensar que trabajaré aquí durante tres meses.

  De seguro me sentiría como una Barbie en su Dreamhouse.

  Dejo mis maletas a los pies de una de las gruesas pilastras y me acerco a la puerta. Toco el timbre y escucho cómo el sonido parecido al de un llamador de ángeles de metal se esparce dentro de la casa con un delicado pero resonante ruido. Espero unos segundos frente a la puerta hasta que escucho a alguien acercándose. Me acomodo la camisa y me coloco los mechones rubios de cabello detrás de las orejas.

  Una de las puertas se abre mostrando a una muy pero muy guapa mujer. Su cabello es de un color nuez oscuro, sus rasgos están bien definidos y sus ojos son de un café muy opaco. Parece tener unos 40 años y trae puesto un uniforme de mucama, así que supuse que es una. Observo cómo se coloca una mano en la cintura y deja caer su peso sobre una pierna. Por cierto, tiene unas muy grandes caderas.

  —Así que tú debes ser la nueva cuidadora del señor Marshall —dice en tono seguro pero interrogante, a la vez que me da una sonrisa retadora. Se ve como una mujer coqueta y no puedo saltarme el hecho de que su acento es muy diferente.

  —Sí… Eso creo —trato de sonar indiferente, pero por dentro estoy muy emocionada.

  ¡Mi primer trabajo, esto tiene que ser bueno!

  —Vale... rubia —parece examinarme en voz alta—. Soy Guadalupe, pero si quieres dime Lupe, soy colombiana. La señora Elizabeth y el señor River partieron hace unas cuantas horas, así que no los verás hasta en un par de meses. Soy la mucama principal en esta casa, así que por favor pasa y mantén el orden.

  Asiento, tomo mis maletas y obedezco a sus órdenes.

  Al entrar no pude evitar sorprenderme aún más: la casa es mucho más bellísima por dentro. Creo que ni con todo el dinero que pueda conseguir trabajando me podría comprar una casa así de magnífica. En la primera planta todo se ve elegante y casual al mismo tiempo, y parece que cada objeto o cuadro fue lustrado al igual que el piso, que parece ser de un mármol tan claro que puedo ver mi reflejo. Al alzar el rostro y observar la escalera del mismo material con unas barandas de hierro muy costosas, pude ver que la segunda planta es igual de tentativa que la primera.

  —Sí, esa es la reacción de todos al llegar, pero luego te acostumbras —dice Lupe, mientras avanza a mi lado.

  Ella me conduce a lo que sería mi habitación durante estos 3 largos meses. Es muy acogedora y de un tamaño ético para mí y de veras gusta. Las paredes son de un tono café claro y las cobijas son blancas y acolchonadas. Hay una mesa para leer, baño privado, estantes, un puf y un sofá pequeño. Es todo muy lindo.

  —De acuerdo. ¿Quieres acomodarte? ¿O ya quieres acabar con la intriga y conocer a Marshall? —bromea y yo sonrío en cortesía.