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Enamorado de mi ex esposa multimillonaria

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Terminado

Novelas Románticas

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Introducción

Un escándalo estalló en los Jones, una de las familias más ricas y poderosas de Nueva York. La esposa de Austin Jones, Vanessa, fue considerada responsable de la caída de Isabella, la cuñada de su esposo, y la muerte de su bebé. A lo largo de los años, Austin Jones solo había tenido a Isabella en su corazón y se casó con Vanessa para encubrir su amor por Isabella. Pero la caída de Isabella hizo que Austin se volviera loco y castigó a Vanessa, haciéndola arrodillarse frente a la villa Jones toda la noche mientras ya estaba empapada y tenía fiebre alta. Al darse cuenta de que sus tres años de vida matrimonial no eran más que una broma, Vanessa se arrepintió de haber dejado atrás a su familia y todos sus bienes solo para casarse con Austin Jones. Decepcionada, Vanessa le propuso el divorcio, abandonó la ciudad y comenzó una nueva vida. ¡Regresó con su familia y se convirtió en una dama rica con miles de millones de activos! Ahora, Vanessa se volvió como la nueva Gerente General de Grant Corporation. ¿Podría hacer que Austin se arrepientiera de haberla dejado? ¿Austin se enamoraría de ella sabiendo lo encantadora que se había vuelto?
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Chapter 1

—Vanessa Grant, realmente lo siento por ti, pero la persona a la que tu marido siempre ha amado soy yo —dijo Isabella Green con aires de suficiencia haciendo que Vanessa frunciera el ceño—. No me importa si no lo crees. Te aseguro que si le digo que me empujaste por las escaleras, me creería sin titubear a mí. 

Vanessa estaba a punto de bajar a la fiesta cuando se encontró con Isabella, la cuñada de su esposo. La mujer visiblemente tembló ante la presunción de la segunda. Al final, dejando ver sus verdaderas intenciones, ya que siempre se había mostrado como alguien amable frente a su esposo. Tenía a todos dentro de la familia Jones comiendo de su mano.

Hace tres años, había pensando que había sido increíblemente afortunada por tener la posibilidad de casarse con su amor verdadero, sin embargo, poco después de hacerlo, se enteró que su esposo había aceptado únicamente porque estaba enamorado de su cuñada. Ironías de la vida. 

—Cuñada, la familia ya te quiere bastante porque cargas al hijo del hermano mayor, no entiendo por qué haces esto —le respondió Vanessa mientras observaba su barriga con una ceja enarcada. 

—Tienes razón —susurró Isabella mientras se acercaba a su rostro con una sonrisa siniestra—, pero no quiero que Austin siga contigo, así que hará que te bote. 

La mujer abrió la boca para defenderse, pero antes de que una palabra saliera, la otra se había tirada escaleras abajo. Los sirvientes se le quedaron mirando con sorpresa. 

Era una noche helada, sin estrellas en el firmamento y completamente nublada. La lluvia que caía inclemente mojaba todo a su paso y los truenos reclamaban la tranquilidad de la ciudad. Las personas de Nueva York habían buscado refugio dentro de sus casas y las luces estaban apagadas, pero dentro de la mansión de los Jones, había un revuelto inimaginable. 

Vanessa estaba parada en medio del jardín, mojada de la cabeza a los pies y temblando con los labios azules, pero nadie le prestó la más mínima atención. Ni siquiera los sirvientes se dignaron a reconocer su existencia. 

Un grupo de doctores aparecieron en el jardín, pero fueron rápidamente llevados adentro. Nadie volteó a verla. Aunque ella era la esposa de uno de los hermanos, nadie se preocupó por ella. Vanessa siempre había sabido que su posición dentro de la familia era inestable, hasta el perro de Mia, la hermana de Austin, tenía más privilegios que ella.  

Sin embargo, Isabella Green, la esposa del hermano mayor, tenía a la familia comiendo de su mano. Todo lo que quería, se lo otorgaban, en especial Austin porque ella era lo más importante en su vida, incluso más que su esposa. 

Antes de que el incidente sucediera, Vanessa había estado tomando libremente de la garrafa de vino, así que su coordinación no era la mejor. Por eso, cuando Isabella se había tirado por las escaleras, al momento de intentar detenerla, había terminado cayendo junto con ella. Austin había sido el primero en llegar al lugar, pero solo había tenido ojos para Isabella, a pesar de que ella también había resultado herida con el pie torcido. 

Sin importarle el dolor de su esposa, había tomado a su cuñada en brazos y la había llevado escaleras arriba hacia una habitación. Luego, había comenzado a gritar instrucciones para que llamaran a los mejores doctores de la ciudad y los demás miembros de la familia se habían preocupado sin dejar el lado de Isabella en ningún momento. Vanessa había quedado olvidada en las escaleras. 

Con un suspiro, Vanessa se apoyó en la pared y comenzó a subir lentamente las escaleras mordiéndose el labio para soportar el dolor para dirigirse a ver a la otra mujer. Decepcionada con la indiferencia de su supuesta familia, al notar que seguían ignorándola y echándole miradas disgustadas, decidió dejar la habitación de Isabella para bajar al jardín. 

Llegó afuera casi sin fuerzas, así que se cayó sobre el piso, se apoyó contra la pared y cerró los ojos un momento para descansar. Antes de que se diera cuenta, se quedó dormida por la fatiga. 

...

Vanessa estaba durmiendo plácidamente cuando Austin apareció en el jardín. No pudo evitar mirarla con infinito desagrado al recordar lo que le había hecho a Isabella. 

—Levántate —dijo con la voz fría mientras movía su pie en un claro signo de impaciencia. Al ver que la mujer no respondía, le pateó las piernas, despertándola en el acto con un quejido. El hombre ni se inmutó, aunque internamente disfrutaba del maltrato y deseaba poder continuarlo, sabía que no era posible en el momento. Vanessa no podía creer la indiferencia que emanaba su esposo ante su dolor. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus mejillas se humedecieron, pero no hizo ningún sonido. Gritaba silenciosamente esperando que escucharan su impotencia y desesperación. 

—¿Cómo está Isabella? —dijo con la voz cansada después de hacer una respiraciones para calmarse. Austin se enfureció ante su pregunta porque creía que su preocupación era falsa. 

—Vamos al salón, ahora —le ordenó entre dientes y con dureza mientras la fulminaba con la mirada. Al escucharlo, un escalofrío recorrió su espalda y sus ojos se abrieron de golpe, borrando cualquier signo de somnolencia que tuviera. Pasando saliva, decidió preguntarle por las dudas, aunque temía saber ya la respuesta. 

—¿Qué quieres decir, Austin? 

—Necesitas disculparte —le gritó mientras la agarraba de la muñeca para levantarla a la fuerza. Vanessa no podía creer que su adorado esposo le estaba haciendo esto, tal era su sorpresa que se dejó mover sin poner resistencia. Austin no quería escuchar ninguna de sus excusas, tampoco no le importaba si su brusquedad le provocaba dolor pues estaba extremadamente decepcionado con ella. 

Todos sabían de la delicadez de la situación de Isabella así que no podía creer había sido su propia esposa quien no solo la había herido sino también le había arrebato su primogénito a su hermano mayor. Había llamado a los doctores lo más rápido posible, pero no habían podido hacer nada. El bebé había perdido la vida en el impacto. 

Solo quedaba castigar a su esposa por el garrafal pecado que había cometido. Se aseguraría de hacerla pagar por arruinar todo. 

...

Vanessa se le quedó mirando con incredulidad, no podía entender la razón por la que quería que se disculpara si era inocente. Se sentía abandonada en medio de un infierno sin salida. Su rostro se empalideció, su cuerpo comenzó a temblar y supo en ese momento que no podía entrar al salón familiar porque no sobreviviría. Las personas nunca salían una vez entraban, ella había sido testigo de ello en múltiples ocasiones. 

Estaba desesperada por decirle a Austin que ella no había sido, pero tenía miedo de su reacción. Se lamió los labios y se mordió el labio mientras reunía el valor necesario para intentarlo. 

—Austin —dijo trémulamente—, soy inocente. Confía en mí. 

Ella sabía que la había escuchado, pero no recibió respuesta. Así que intentó librarse de su agarre porque no iba a entrar a ese lugar. Su esfuerzo fue reconocido de la peor manera, pues su esposo solo intensificó su fuerza, clavándole los dedos en la carne. Ella dejó escapar un quejido pero fue ignorada. 

—No gastes tu aliento —espetó el hombre chirriando los dientes—, confesarás todo frente a los demás en el salón. 

Sus palabras fueran como un chorro de agua fría en su rostro, haciéndola entender de que perdía el tiempo peleando. Mientras se tomaba un momento para examinar a su esposo en toda su gloria, no podía pararse a preguntarse lo que había hecho mal. Había dado todo de sí para casarse con Austin, hasta había cortado cualquier contacto con su familia porque se habían opuesto a su unión. 

¿Pero cómo se lo había retornado estos años? Con indiferencia y frialdad, nunca fue amable con ella ni la apoyó cuando fue necesario. Vanessa creído tontamente que un día se daría cuenta de lo sincero de su amor y se lo correspondería, pero no había sido posible porque ese lugar le pertenecía a otra persona. Isabella siempre había sido el único amor de Austin. No había espacio para nadie más. 

Vanessa lo había intentado por todos los medios de ganarse su favor, pero ninguno había funcionado. Austin solamente tenía ojos para Isabella. Ella no era nadie al costado de su querida, una esposa trofeo que nadie quería. 

Finalmente, se había dado cuenta de que se había equivocado terriblemente al casarse con su esposo, pero parecía que era demasiado tarde. Dándose cuenta de que no valía la pena resistirse, una sonrisa desabrida se extendió en sus labios y se detuvo en seco. 

—Déjame —dijo con voz queda—, yo puedo caminar por mi cuenta. 

Al escucharla, Austin la escudriñó con desdén. Trató de suprimir su rabia lo mejor posible y sin darle una segunda mirada, se volteó para continuar con el camino hacia el salón, dejándola sola en medio del pasillo. 

Vanessa sintió que su vida se había vuelto una comedia. Examinando su amplia espalda, su rostro se deformó en una mueca fea. No podía creer lo tonta que había sido por aceptar casarse con él hace tres años. 

...