"Pero mamá, ¿no le tienes miedo las consecuencias?", dijo incrédula Natalie Godfrey mientras miraba a la feroz mujer de mediana edad que tenía delante.
Natalie tenía apenas veinte años de edad y estaba frente a una situación inimaginable, ¡su madre le estaba pidiendo que se acostara con un tonto a cambio de dinero!
Ella se había negado desde el principio, pero esa noche, su madre, Madison Alexander, la llevó directamente al hotel y la estaba obligando a acostarte con ese idiota.
Todo esto dejaba mucho que desear sobre Madison, pues sus actitudes no reflejaban la actitud de una buena madre. ¡¿Acaso no tenía parentesco con Natalie?!
Ante la negativa, Madison empujó con fuerza a Natalie a la lujosa suite presidencial donde se encontraba un hombre que se chupaba los dedos y babeaba mientras la miraba. "Es una chica muy bonita. ¡La deseo ahora!", pensaba.
"Jovencita, no digas tonterías", dijo Madison con fiereza, "Debes hacer lo que tus padres dicen, y como tu madre, ¡tienes que obedecerme! Te pedí que te casaras con el joven amo Lanes, ¡así que será mejor que le sirvas bien esta noche! O de lo contrario, ¡sufrirás las consecuencias!".
Después de decir eso, Madison suavizó repentinamente su tono, pero sus palabras eran amenazantes. "Natalie, deberías recordar que somos una familia pobre, y aunque el joven amo Lanes no es inteligente, su familia posee un gran negocio. ¡No tienes idea de lo inmensa que es su fortuna! Si te acuestas con él esta noche y quedas embarazada, ¡disfrutarás de una vida lujosa gracias a eso!", agregó.
"¡Mamá, tú eres la que persigue esos lujos! De seguro la familia Lanes te ha dado mucho dinero, ¡para que estés dispuesta a vender a tu propia hija!", protestó Natalie con sus hermosos ojos dilatados.
Frente a aquella acusación, el rostro de Madison se ensombreció al instante pues sabía que ella había dado en el clavo.
Resultaba que la familia Lanes había prometido una recompensa de doscientos mil dólares si Madison entregraba a Natalie. Además, si ella quedaba embarazada, ¡se le sumaría trescientos mil!
Quinientos mil dólares era una enorme cantidad de dinero para una familia tan pobre como ellos. ¡Con tanto dinero, podrían cambiar su destino!
Por todo ese dinero, ¡no era gran cosa que su hija se acostara con un tonto!
Mientras pensaba en esto, Madison abofeteó a Natalie. "Que te quede claro, ¡debes servir bien al joven amo esta noche!", le advirtió.
Finalmente, cerró con fuerza la puerta de la suite presidencial dejando a Natalie dentro de la habitación con su tierno rostro marcado por su palma.
Aturdida, lágrimas cristalinas brotaron de sus ojos mientras el tonto del joven Lanes, quien no medía más de 1 metro 60, ya se encontraba detrás de ella.
"Eres muy bella, y quiero que duermas conmigo", le dijo.
Al escucharlo, Natalie decidió reprimir su pena, y solo una solución apareció en su mente.
"¡Tiengo que escapar!", se repetía a sí misma.
Haciendo caso omiso a las órdenes de su madre, abrió la puerta y salió corriendo.
Sin embargo, las cosas no serían tan sencillas, pues en la puerta había un fornido guardaespaldas vestido de negro que estaba vigilando que todo vaya bien.
"Señorita Godfrey, vuelva a la habitación por favor", ordenó el hombre con un tono de voz frío y sin emoción.
Pero, sin prestarle atención, Natalie pasó rápidamente a su lado, mas, el guardaespalda no entró en pánico y simplemente la siguió sin prisa, ya que estaba seguro de que no podría escapar de los otros guardias que se encontraban en la puerta del hotel.
Tal como lo había pronosticado, cuando ella llegó al vestíbulo completamente cansada, vio a otros dos fornidos guardaespaldas en la entrada del hotel.
Completamente rodeada y sin oportunidades de escapar del lugar, una abrumadora desesperación se apoderó de ella.
Natalie era joven y nunca había tenido una relación romántica. ¿Cómo iba a ofrecer su cuerpo a un tonto al que no amaba en absoluto?
Presa de la desesperación, su rostro palideció mucho.
De pronto, un Aston Martin se detuvo con firmeza en la entrada del hotel en ese momento.
Cuando la puerta se abrió, se pudo ver una larga pierna vestida con pantalones de etiqueta pisando el suelo; y a continuación, un hombre alto y fornido bajó del coche.