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Forastera

Forastera

Autor: Yanice Queen Brown

En proceso

novela fantástica

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Introducción

Lea Wulfric ha practicado el estilo de vida de un nómada por los últimos siete años. Toda persona que le conoce jamás imaginaria que la vivienda de la mujer rica y mimada, es su auto. Después de todo, su porte grita: “comodidad”, una persona bien colocada, jamás tendría una vida muy complicada, ¿cierto? Deteniéndose para descasar de su agotador viaje perpetuo, decide quedarse un par de noches en el pueblo de Beorhtwulf. No obstante, sus planes se vienen abajo cuando sin querer se involucra en un extraño accidente que pone a todos las habitantes patas arriba. Sobre todo, a Enzo Black, un cambia-formas atractivo, pero peligroso que parece no querer dejarla ir hasta asegurarse de que no sea un peligro para su ciudad, y su manada, por lo tanto, su nueva misión es descubrir todos los secretos de esa forastera.
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Chapter 1

Enzo Black

Veo cómo el fuego crece sin control entre los establecimientos comerciales del pueblo y sé que necesito pararlo, de otra forma toda la ciudad se verá sumida en llamas. Estoy convencido de que este incidente es del tipo mágico, Alffie y yo hemos lanzado cada gota de agua que tenemos a la mano sin lograr efecto alguno.

—¡Alffie! —grito con desesperación en busca de mi beta—, ¡¿dónde te has metido?!

—Aquí estoy —responde al tiempo que lo veo saliendo de en medio de las llamas, llevando en sus brazos a Emily, lo que hace que mi corazón tiemble de terror.

Luego de correr al lado de ambos, las únicas palabras que logro articular son: “¿Están bien? Antes había supuesto que ya todos se encontraban a salvo, pero el cabello rubio de Emily completamente lleno de hollín me testifica lo contrario.

—Estoy bien —responde ella, tosiendo. Su voz suena un poco más ronca de lo normal—, pero hay una chica allí dentro, en medio de todo el desastre. Tienes que sacarla.

Justo en ese momento el sonido de un aleteo me informa que Draco y su hermano Longwei están a punto de llegar. Alzo la mirada en dirección al cielo y, aunque se encuentra nublado debido al humo que sigue contaminando el ambiente, puedo apreciar el par de dragones cayendo en picada en mi dirección, uno completamente negro más oscuro que la misma noche, y el otro de un azul brillante.

—¡Al fin llegan! —les grito en cuanto aterrizan a mi lado.

Ellos hacen un movimiento muy parecido a un perro sacudiéndose el agua y pronto sus cuerpos de dragones se han transformado en dos humanos erguidos sobre sus largas piernas.

—¿Ya sacaste a todo el mundo? —me pregunta Draco, sin mucha floritura, él es un hombre de pocas palabras.

—No, aún hay una chica allí dentro —responde Emily en mi lugar.

Yo observo a Alffie, gruñéndole audiblemente, indicándole que se lleve a la rubia de aquí o voy a matarlo. Él asiente con rapidez, carga a Emily en sus brazos y corre en dirección a las ambulancias que están atendiendo a los heridos.

Cualquiera que nos viera, sin saber que somos cambiantes, le parecería una locura que cuatro hombres adultos anden por allí totalmente desnudos, sin cohibirse siquiera un poco. Sin embargo, todo el mundo por aquí está acostumbrado a esto, somos cambiaformas, y nuestra ropa suele terminar hecha pedazos cada vez que saltamos dentro de nuestra piel animal.

—Vamos —demanda Draco, encaminándose al fuego tan casualmente como si se tratara de un día de pícnic.

Longwei me ofrece disculpas con una sonrisa apenada por el comportamiento áspero de su hermano, pero la verdad a mí me tiene sin cuidado, ya que es una actitud propia de los de nuestra raza. Yo los sigo de cerca, sin intervenir, una de sus habilidades como dragones les permite absorber cualquier tipo de fuego, sin importar su proveniencia, sea producto de un hechizo o maldición. Es la razón por la que los llamé en primer lugar.

—¡Mierda! Esto es fuego celestial —se queja Longwei a gritos, quien batalla por extinguir la gigantesca hoguera.

—No te detengas, Long, sigue absorbiendo —le ordena su hermano y alfa.

Aprecio como el incendio se va disipando, redirigido hacia el pecho de los dos hombres. Yo me encuentro a salvo por el solo hecho de permanecer al margen, ambos parecen estar teniendo problemas con extinguir el fuego, batallando a su mayor capacidad.

—¡Enzo! —me ladra Draco— Busca el origen del fuego, lo que sea que lo está causando, sigue aquí dentro.

Es una orden y eso no me gusta. Siendo el alfa de mi manada no suelo a permitir que me mangoneen, pero mi instinto de protección se sobrepone al deseo de partirle la cara al pretensioso de Draco.

Me transformo a mi piel de lobo y mi animal salta de emoción, es un demente enfermo que le fascina la idea de ponerse en peligro, porque eso lo hace sentir vivo. Me deslizo con rapidez entre las llamas, buscando el lugar exacto en donde ha comenzado el Incendio.

Y es justo en medio del restaurante chamuscado donde me encuentro con una mujer que me deja con el hocico abierto. Está suspendida en medio de todo el infierno, como si las llamas la elevaran del suelo, completamente desnuda, y el cabello yendo en todas las direcciones, como si se encontrara flotando sobre agua o en el aire a miles de metros de altura. Es algo aterrador y fascinante de ver. Sus labios se mueven recitando algún tipo de hechizo en voz baja.

Mando a mi lobo hacia atrás cambiando nuevamente a mi forma humana, doy un paso en su dirección. En definitiva, es ella la que causa tal desastre. No puedo entender lo que me sucede, pero me siento atraído como una polilla hacia la luz. Algo dentro de mi grita “mía”, y no puede ser, no puedo desarrollar ningún tipo de posesión hacia alguien que apenas he visto, no de nuevo.

Como por inercia extiendo mi mano en su dirección, entrelazándola con una de las de ella. Sus ojos se abren sorprendidos, observa a su alrededor y entonces cae al piso, al hacerlo todo el fuego se apaga, siendo succionado por esa mujer.

El insoportable calor desaparece como por arte de magia, el lugar es negrura total, sin embargo, puedo apreciar la hermosura de este ser. Posee unas curvas tan pronunciadas como las carreteras que rodean las montañas, su cabello negro enmarca su rostro y demás rasgos. Trato de no mirarle los senos turgentes que señalan en mi dirección, pero no puedo evitarlo, su tez blanca es tan atrayente que mis colmillos abandonan mi cavidad bucal, ardiendo en deseo de tomar un bocado. La ceniza cae sobre ella luciendo como la nieve, siento que me he topado con Blanca Nieves, y que soy el malvado cazador cautivado por su belleza.

—Debe de ser una bruja, una que no sabe controlar sus poderes —habla Draco detrás de mí, quien se ha cercado una vez controlada la crisis—. Las brujas no traen nada bueno, Enzo, siempre son problemas. Córrela de tu pueblo lo más pronto posible.

—¿Qué haremos con ella? —pregunta Longwei.

¿Hacemos? ¿En plural? Eso me suena a poliedro. En su tono de voz se nota fascinación, al parecer no he sido el único cautivado por esta belleza. No entiendo el porqué, pero en mi pecho ruge un sentimiento muy parecido a los celos. Que ni se atreva a tocarla, pienso de pronto, le partiré la cara si lo hace. De inmediato y tan natural como respirar, decido que ella es mi problema ahora, por lo que me arrodillo a su lado y la cargo entre mis brazos, la llevaré a casa.

—¿A dónde la llevas? —habla de nuevo Longwei.

Yo me volteo para mirarlo, entonces le gruño, nada feliz con su intromisión.

—Vale, haz lo que quieras —responde dando un paso hacia atrás, alzando sus manos en el aire en forma de derrota.

—Vámonos —ladra Draco.

Todos salimos del establecimiento chamuscado y en cuanto el frío de la noche nos golpea, ellos alzan vuelo en dirección a su hogar, mientras yo tengo el mío entre los brazos.