Punto de vista de Alejandra
"¿Sabías que ella no se transformó al cumplir 18? Supongo que siempre será una humana débil," susurró una chica.
"Esas son buenas noticias. Ahora tenemos una nueva Omega que obedecerá nuestras órdenes," respondieron los otros y se rieron, mirándome.
"¡No, no!"
De pronto, sus sonrisas desaparecieron.
Giré la cabeza y vi a mi hermano, quien me miró furioso y dijo: "Sabes que te mereces esto por lo que le hiciste a Norma. Esta es la forma en que Dios te castiga, ni siquiera Él te ama. En verdad eres una vergüenza para nuestra sangre Beta. Por eso mamá y papá siempre te han odiado."
Era cierto. Un lobo de ojos tan rojos como la sangre había asesinado a Norma, mi hermana, por intentar salvarme. Los miembros de mi manada me culpaban por su muerte. Ellos decían que yo debía de haber muerto ese día en lugar de ella y que había sido muy débil para protegerla. Sin embargo, sus palabras no me importaban. Lo único que me importaba era que nunca volvería a ver a mi Norma. Acabada, me agaché en el suelo en agonía.
De repente, sentí a mi compañero acercarse y una sensación cálida me abrazó. Me levanté y posé mis ojos en él, pero sentí dolor al ver su mirada de disgusto.
"Tú no puedes ser mi compañera. Esta debe ser una broma de mal gusto. Eres una humana patética y débil. ¡No, no! ¡Esto es imposible, no puedes ser tú! Te rechazo," exclamó.
"No, Alfa, por favor. Ni siquiera diga esa palabra. Seré una buena compañera, lo prometo. Solo deme una oportunidad, por favor, solo una."
Me desperté llorando, pero mi pesadilla no había terminado. Me arrastraron hacia el centro de la sala de decisiones y escuché a alguien anunciar en voz alta.
"Ayer, asesinaron a nuestra Luna a sangre fría, pero no vieron a nadie en el lugar de los hechos, excepto a Alejandra García. Por lo tanto, todas las pruebas apuntan a ella y será decisión del Alfa firmar su sentencia de muerte o desterrarla de toda manada." Acto seguido, habló el Alfa, es decir, el padre de mi compañero.
"He decidido desterrarla. Deberá irse hoy a las doce."
Tras esto, me llevaron a los calabozos con cadenas en las manos. Durante todo el camino, seguí suplicando. "Por favor... Por favor... Créanme, yo no la maté. Había otro lobo allí con ojos rojos. ¡¡¡Por favor, solo créanme!!!"
Rogué con desesperación para que me creyeran, pero solo recibí en respuesta miradas de traición y odio. Todos querían matarme por haber matado a su Luna.
Me dejé caer a los pies de mi compañero, rogándole que confiara en mí. Le supliqué que no me dejara morir así, ya que era bien sabido que toda mujer que era desterrada nunca sobrevivía al malvado mundo exterior.
No obstante, él permaneció quieto como una estatua, incapaz de creer que su salvavidas en este mundo, su madre, ya no existía.
Quería que dijera algo, cualquier cosa. Sin embargo, sus palabras hicieron que me rindiera y me dejaron helada.
"Yo, el próximo Alfa de esta manada, te rechazo como mi compañera, Alejandra García."
Caí al suelo, pero ningún sonido de dolor escapó de mis labios. A pesar de que por dentro estaba gritando, por fuera me mantuve fría como el hielo. Mi compañero me había rechazado por completo.
Me llevaron a rastras fuera de la sala de decisiones. Al día siguiente, me arrojaron fuera de mi manada, hacia el peligroso mundo exterior, sin nadie a mi lado.
Ya habían transcurrido cinco años de eso. Era probable que todos en mi manada pensaran que estaba muerta, ya que ninguna mujer desterrada podía sobrevivir tanto tiempo. Sin embargo, ellos no sabían que yo no era una loba rebelde ordinaria. Yo era una loba legendaria.
Yo era la Loba del Trueno.
No poseía ninguna habilidad auditiva especial, como otros hombres lobo, y mi forma humana era igual a otro humano normal en todo aspecto. Incluso mi loba no me hablaba, a diferencia de otros hombres lobo, y ni siquiera olía como uno. Era humana por completo, a menos que yo decidiera dejar salir a mi loba, lo cual nunca pasaría.
En ese momento, me encontraba de paso por tierra de nadie. Después de haber pasado la noche en este lugar, tomé mi mochila y me dispuse a partir, continuando mi búsqueda de la siguiente manada.
El único propósito en mi vida era encontrar a ese lobo negro de ojos rojos, y vengar la muerte de mi exluna y mi hermana Norma. Esto era lo que me había mantenido con vida por tantos años. Sin ello, habría muerto esa primera vez que un grupo de diez lobos rebeldes me atacaron después de mi destierro.