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La mafia

La mafia

Autor: Atheena

En proceso

Mafia

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Introducción

Alek Kozlov sólo buscaba un heredero para continuar con su imperio en la mafia, aquel era el único problema que le quitaba el sueño por las noches, cuando sus intentos por conseguir una mujer apta para traer al mundo a su hijo se desvanecen como el humo del cigarrillo recurre a la chica que compro en una subasta de Moscú , la virgen perfecta para dejar su semilla.
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Chapter 1

MATILDE

Esto no es un cuento de hadas...

Está lejos de serlo.

Quisiera empezar mi historia como si fuera un relato salido de alguna historia que te leen de niño, con la cual sueñas y esperas que se haga realidad.

Imaginé que mi vida sería diferente, pero no lo fue así.

Las noches en Moscú son frías, heladas y sobre todo muy solitarias. No puedo saber con exactitud el sitio en el cual me encuentro, pero si puedo describir las cuatro paredes de aquel diminuto cuarto con tan solo una colcha y una sábana para dormir, fui traída aquí desde Sorrento, Italia. Una hermosa ciudad situada en la costa que da con Nápoles. Era feliz en aquella pequeña casa junto a mi familia, crecí allí con la brisa marina despeinando mi cabello castaño oscuro, no tenía alguna preocupación en mi vida que no fuera el perder a mis padres.

Pero sucedió...

Mi madre murió a causa de una fuerte neumonía que la aquejaba desde hace unos meses. Mi padre vivió el luto por dos años hasta que volvió a casarse. Cuando Catalina la nueva esposa de mi padre se mudó a la casa no lo hizo sola, lo hizo junto a su hijo Antonio.

El peor mal, plaga o ser que pudo haber cruzado las puertas de lo que una vez fue mi hogar. Y la principal razón por la que estoy ahora aquí, en una vieja habitación como una esclava.

Llegué a Moscú junto a cinco chicas más de las cuales sólo quedé yo.

Quizás se pregunten... ¿Cómo es que ahora estoy aquí?

Antonio, mi hermanastro me vendió como si fuese mercancía a una organización de mafiosos que comercializan con mujeres, lo hizo porque era la única forma de pagar sus deudas con esos tipos, lo hizo porque para él nunca he tenido ningún valor, ni jamás lo tendré.

Antonio se fue con su deuda pagada y con unos billetes de más en el bolsillo, pero yo me quedé aquí, me alejaron de mi hogar, me enviaron a un sitio que jamás había visto, con personas demasiado peligrosas para poder escapar, ahora me encuentro sobre esa vieja colcha esperando ser comprada en una subasta por algún viejo, o un hombre con el suficiente dinero en su cuenta bancaria para llevarse a una chica virgen a su casa.

La subasta se realizará hoy, las demás chicas fueron compradas como si fueran animales, pero el hombre que administra todo este macabro negocio, me escogió para estar en la subasta de hoy. Para ese tipo soy un pez gordo a comparación del resto de chicas. Así que si me vende no lo hará por un precio bajo, lo hará a quién mejor oferte por mí.

La puerta se abre, me alejo como un conejo asustado hasta dar con la pared a mis espaldas.

—¿Matilde? ¿Ese es tu nombre cierto?— pregunta un hombre que hace dos noches he visto—, parece hablar mi idioma a la perfección.

Asiento con la cabeza.

—He traído ésto para que te cambies —tira a mi lado un vestido de seda de color verde pimiento junto a unos tacones plateados—. Aunque nada se va a poder hacer con ese enorme moretón en tu mejilla– dibuja una mueca al verlo, se intenta acercar a mí pero se lo impido.

No quiero que me toque, no quiero que nadie vuelva a poner un solo dedo encima de mi piel como si fuera carne de cerdo.

—¿Viste lo que te sucedió esa noche? – me pregunta—. La próxima vez una bala será la que atraviese tu piel y no un puñetazo.

Cierro mis ojos recordando el incidente de hace unas noches, intenté escapar, y por más que corrí no pude logarlo, varios hombres me tomaron a la fuerza obligándome a regresar a la habitación en la que me encuentro, me golpearon y me advirtieron que era lo más estúpido que había hecho, me amenazaron con matarme si lo intentaba de nuevo.

No quiero comprobar si lo cumplirán, porque estoy segura de que lo harán. Mi vida no tiene sentido para ninguna persona ahora.

—¿Entiendes niña?— me saca de mis mismos pensamientos—. Tienes diez minutos.

El hombre se acerca a la puerta, la cierra con llave de nuevo y me deja sola. Tomo el vestido en mis manos, me deshago de mi ropa. El vestido de seda color parece ser suave al roce de mi piel, se ajusta a mi cuerpo y las diminutas tiras del escote quedan sueltas a ambos lados de mis hombros, utilizo mi cabello para que no se vean marcas de otros moretones pasados.

Lo que tomo después son los tacones, lloro al momento de abrochar la correa mis pies, sin embargo no me doy el lujo de hacerme añicos en esa esquina, no puedo devolver el tiempo, solo tengo que esperar, esperar a que sea lo que venga después pueda ser lo mejor.

Los diez minutos pasaron...

El hombre volvió a ingresar a la habitación, primero ató mis manos con una cuerda lo suficiente ajustada para que no pudiera soltarme de esta, luego cubrió mis ojos con una venda para evitar que viera el camino al que me conducían, mis pies en el camino tropiezan con un escalón, al parecer iremos en auto.

Puedo escuchar las bocinas a mí alrededor. Mientras no sé a dónde demonios me llevan.

Cuanto diez minutos mentalmente hasta que el auto por fin se detiene, me obligan a bajarme de allí, me obligan a callarme lo que dure la subasta, me muestran mi lugar y lo que debo hacer. Subo a una tarima y me paro justo al lado de una chica de mi edad, su cabello es de un rubio precioso caen en cascada por toda su cintura, su vestido es de un color rosa pastel, y sus ojos son azules.

Muy parecida a una famosa muñeca...

Observo sus manos, juega con sus dedos nerviosa, sus ojos reflejan algo más, reflejan que ha llorado al igual que yo y muchas otras más.

—Deja de llorar maldita sea – le susurra uno de los hombres mientras la toma de la nuca con brusquedad—. Nuestra idea es que el cliente se vaya con una buena mercancía.

—No somos mercancía— aprieto mis manos en puños—. No somos animales para que hagan esto, ¿acaso no tienes hijas, hermanas, madre?

—Tu cállate, si fuera por mi hace rato te hubiera vendido a un maldito viejo – amenaza mostrándome el arma en su pretina—. Si haces algo te mueres hoy mismo.

Respiro profundamente, a veces pienso que todo esto se trata de una horrible pesadilla de la cual después despiertas... pero eso nunca sucede.

El silencio se apodera de aquel lugar. Poco a poco el sitio se va llenando de hombres, todos ellos lucen elegantes trajes, todos ellos son de diferentes edades, algunos con canas marcadas en sus cabellos, otros más jóvenes.

Un hombre desconocido atraviesa la tarima, toma un micrófono en sus manos y empieza a leer el papel que tiene en sus manos.

— Bienvenidos señores a la mejor subasta de Moscú, todas estas hermosas mujeres que tienen enfrente han sido traídas de distintas partes del mundo, todas ellas son hermosas, jóvenes y dispuestas a complacer los deseos de todos ustedes. Comenzaremos desde la mayor hasta la más joven.