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Luz de luciérnaga 2a ed + Somos electricidad

Luz de luciérnaga 2a ed + Somos electricidad

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Realismo Urbano

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Introducción

Ellos son mejores amigos: son inseparables desde que eran pequeños, se conocen tan bien que podrían recitar de memoria los defectos y virtudes del otro, y durante años han callado sus verdaderos sentimientos porque se supone que los mejores amigos no deben enamorarse, ¿verdad? Acompaña a Carlene, una chica que sufre en silencio por su pasado, y a David, quien descubrirá que su amiga guarda secretos inimaginables y hará todo lo posible por enseñarle que la luz más poderosa es la que sale de su interior. Dos amigos, un amor y dos luces en la oscuridad que es la vida.
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Chapter 1

Agradecimiento

Me gusta crear universos y sueños imposibles desde que tengo uso de razón, luego dejé que mis manos escribieran lo que mi cabeza dictaba y todo mi mundo cambió, esto se convirtió en mi vida, transformó mi mundo, mi forma de ver las cosas. Luz de luciérnaga es un mensaje, Carlene y David me han enseñado lo que espero que otros entiendan, escribir su historia me ha marcado.

El camino que he recorrido ha sido corto, pero no ha sido fácil, es por ello que quiero mostrar mi agradecimiento a las personas que siempre creyeron en mí, aquellas que me animaron y que jamás despreciaron esto que tanto amo. A mi madre, porque nadie ve mi brillo como ella lo hace, por enseñarme que el amor verdadero es real. Debo mencionar a Carlangas, el mejor hermano que existe, pues siempre me recuerda que puedo. También a Nenny y a mi abuela Ofe, porque nunca han dudado de mí, así como a Lore, a Monny y a Omar: no creo que tengan idea de cuánto los quiero. Imposible no nombrar a mis dos mejores amigas, lo gracioso es que viven a cientos de kilómetros, sin embargo, la distancia no importa cuando se trata de ellas porque me han demostrado más presencia que muchos otros que tengo cerca, gracias por todo, Génesis de Sousa y Eithne Reynoldi. Gracias también a Nova Casa editorial por esta oportunidad, por abrirme la puerta y dejarme ser parte de su familia. Mis Zelers no pueden faltar porque se han ganado mi corazón, se han convertido en mi hogar, gracias por ser parte de esto y por creer en esta historia, por atesorarla y amarla tanto como yo, son la razón por la cual este sueño sí pudo hacerse realidad.

Para todas las luciérnagas que esconden su brillo

y para las que no se han dado cuenta de que lo tienen.

Encuentra tu luz y sigue caminando, luciérnaga.

Prefacio

Seis años de edad

Eran uno solo.

A él le agradaba porque no era como las típicas chicas de su colegio, ella era genial. Juntos escalaban el robusto roble que colindaba con sendas casas, solían hacer concursos de eructos, también jugaban a básquetbol, competían por el puesto de «la mejor costra». Por no mencionar que a David le encantaba hacerla reír haciendo chistes bobos que escuchaba de su padre o imitaciones absurdas de animales, los gorilas eran sus favoritos porque se formaban dos lindos hoyuelos casi imperceptibles en sus mejillas.

Eran los mejores amigos.

A ella le gustaba sentarse en su regazo para ver películas, y esa manera suya tan particular de protegerla cuando había tormentas; Carlene odiaba los truenos con cada parte de su alma. Siempre reían juntos, ni siquiera sus padres podían separarlos.

—¡Carly! ¡Ven a ver esto! —gritó con emoción el chico de cabello cobrizo. Apresuró el paso y subió las maderas de colores clavadas en el roble, demorándose un poco debido a su estatura.

—¿Qué sucede, D? —Dio un saltito para llegar hasta el piso de la casa del árbol.

—Son luces. —El tono de asombro era perceptible, algo que podía justificarse, ya que los pequeños animalillos no habitaban en lugares como Nashville. David señaló unas lucecitas que destellaban frente a la ventana coloreada de azul metálico. Carlene se situó a su lado y observó con el ceño ligeramente fruncido.

—No son luces, se llaman luciérnagas —contestó esta sin demora. Dave la buscó, solo para encontrar a una Carlene alargando la mano, estiraba un dedo con la intención de tocar uno de los foquitos que parpadeaban. Pensó que sus ojos miel brillaban con más luminosidad y no se apagaban en ningún momento.

—Como tus ojos —dijo, mirándola sin pestañear. La comisura de la pequeña se estiró, su rostro adquirió una suave tonalidad rosa que intentó ocultar con sus palmas. David sonrió como el chiquillo que era, pasó su brazo por los hombros de su amiga—. Vámonos, luciérnaga.