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Siete Tiempos

Siete Tiempos

En proceso

novela romántica

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Introducción

La noche cae con pesar y la lluvia lo envuelve todo. En medio de la oscuridad un destello de luz despierta el miedo en cada corazón. El tiempo es solo una ilusión y la realidad un cuento. Cuando las verdades fundamentales se desvanecen, el caos se apodera de todo. Ella no pretendía estar allí, pero si quiere sobrevivir y volver a casa, tendrá que hacer acopio de todo su ingenio. "El mundo no es cómo te han contado. Si crees que esta realidad es la única que exite, eres un necio".
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Chapter 1

  Hace frío, mucho frío. El agua estaba congelada. ¿Quién en su puñetera vida se metería por propia voluntad en una piscina en pleno invierno a menos cuatro grados? Nadie. A no ser que algo mucho peor estuviera a su espalda y la única forma de salvarse fuera precisamente meterse en esas aguas. Maldita sea, ¿no podría haber buscado otra forma? No, no había otra. Y ahora no hay vuelta atrás.

  Hay mucha humedad a su alrededor y eso hace que el frío se intensifique, que perfore su cuerpo hasta llegar a los huesos y los congele. Pero es normal que haya humedad si está lloviendo y es normal sentir el frío intenso cuando está empapada por completo. Abre los ojos al escuchar los pasos y los murmullos que se aproximan. Hay luces difuminadas acercándose. Cada vez más y más cerca. Intenta moverse pero no puede, su cuerpo no reacciona, ni siquiera tiene fuerzas para tiritar. Sus músculos están entumecidos, completamente agarrotados. ¿Se romperán en mil pedazos si consigue moverse? Tal vez. Están más cerca que nunca. Ya puede oírlos claramente. Saben que está allí, saben que está consciente; pero no saben quién es, no saben cómo ha llegado allí ni si es o no un peligro. Y eso le proporciona una gran ventaja. Su vista se nubla. Cada vez le resulta más difícil respirar y mantenerse despierta. La lluvia es demasiado intensa y poco a poco siente el agua envolverla, calar por su nariz y llegar hasta sus pulmones; se está ahogando. No puede respirar. ¿Este será su final? Que forma más patética de morir. Después de todo lo que ha hecho esperaba morir dignamente con una bala en la frente, no por hipotermia. Pero la vida da cientos de giros. Hace solo unas horas estaba en su casa, encima del bar, o mejor dicho, la taberna que regenta su tío, tomándose una copa de vino tinto e intentando ponerse al día de los casos de Morgan y su Unidad de Análisis de Conducta favorita. Y después de demasiadas cosas ha acabado en el jardín de una mujer conocida por su oficio de ramera, completamente empapada, con hipotermia y luchando por respirar y no dormirse. Podría quejarse a más no poder, pero lo cierto es que no es la peor forma de acabar un día. Como mucho una de las diez peores en su lista personal.

  Mientras la muchacha yace inmóvil y sin ser capaz de articular una palabra, una mujer la contempla con cierta sorpresa en sus ojos. Observa el cabello gris desparramado en el suelo. Se han enredado hojas muertas y algunas ramas entre los mechones mojados. Su tez está cubierta de barro y sangre. Situarse al pie de los llorones no ha sido la mejor idea si pretendía resguardarse de la lluvia, aunque la mujer sospecha que en realidad la posición no ha sido escogida por esa forastera. Más bien, parece haber sido arrojada allí, después de recibir una paliza, con la única intención de dejarla morir de frío. Sea quién sea, se ha llevado un buen escarmiento.

  Contempla sus manos magulladas y sus palmas finas como suave seda. Tal vez sea una ramera de otro lugar. Una mujer trabajadora no tendría esas manos, pero las putas se aseguran de que todo su cuerpo sea fino y delicado con la única intención de verse más apetecibles. Y durante los últimos meses han habido rumores de la llegada de un hombre que pretende abrir otra casa roja. El que una de ellas se escape no es algo anormal. No todos los burdeles gozan de tan buenas condiciones, para las rameras que trabajan allí, como El Hogar de Madame Rosemoon. En la mayoría ni siquiera son ellas las que deciden adquirir ese oficio.

  Alarga la mano y aparta varios mechones del rostro de la joven con la única intención de examinarlo. Si resulta ser lo suficientemente hermosa tal vez podría dejarla trabajar en la casa. O pedir una compensación a sus amos por las molestias que implica salvar su vida. Ambas opciones son lo suficientemente buenas como para plantearse la idea de salvarla. Una fulana solo sirve si está viva. Resopla aún con dudas y se gira a sus acompañantes, la mayoría parecen estar más pendientes de la muchacha que del temporal, cosa que le produce cierta diversión. Hace un ademán y no tardan en moverse.

  Uno de ellos, el más alto, por lo que puede distinguir la muchacha, se inclina sobre ella y pasa una de sus manos por sus hombros y la otra por sus piernas. Con más suavidad de lo esperado, es alzada y llevada a un lugar que conoce lo suficientemente bien como para saber que es peligroso.