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Tomando a su hijo como respaldo by Nuestro amor en flor

Tomando a su hijo como respaldo by Nuestro amor en flor

Multimillonario

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Nuestro amor en flor
Dos horas antes de casarme, descubrí que mi prometido y otra mujer estaban ejercitando ferozmente su pasión.----------Ella solía ser la socialité más importante de Valencia, pero los rumores la etiquetaban como voluble, empañando su reputación. Ahora esta
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Chapter 1

Rebecca Swift jamás se imaginó que su esposo la engañaría el día de su aniversario.

No, a lo mejor tenía una aventura con esa mujer desde hace mucho tiempo y recién lo acababa de descubrir.

Además, se suponía que en ese momento tenía que estar en un vuelo a Múnich.

Sin embargo, después de pensarlo durante un buen rato, decidió cancelar el viaje de negocios. Así que, compró flores, pastel y vino tinto y se dispuso a prepararle una sorpresa a su esposo...

Al mirar a los dos en la cama por la rendija de la puerta, Rebecca sintió escalofríos por todo el cuerpo.

¡Qué tal sorpresa!

Después de un buen rato, los gemidos apasionados en el dormitorio por fin cesaron.

Rebecca escuchó otra vez la voz de la mujer, así como el movimiento que hizo al ponerse la ropa.

"Simon, me he divorciado. ¿Cuándo piensas divorciarte de esa mujer? De todos modos, ella no puede complacerte. Más te vale que tomes una decisión pronto".

"Lo haré, pero no me agobies". Respondió Simon Weil.

Antes pensaba que el amor era suficiente para mantener el matrimonio, pero desde hacía mucho tiempo, Rebecca no le permitía tocarla.

Como cualquier hombre, necesitaba descargar su desbordante energía. Por ello, solía divertirse cuando salía de casa.

Sin embargo, no había logrado idear un plan en el que Rebecca aceptara el divorcio sin recibir un centavo.

Rebecca agarró con fuerza su teléfono, intentando reprimir las ganas de vomitar.

Con razón últimamente rara vez veía a Simon en la casa. Y es que descubrió que él tenía una aventura con otra mujer.

Recordó vagamente que esa mujer trabajaba en la misma empresa que él, y que era su jefa.

Simon le había comentado que si quería conseguir un ascenso, tenía que halagar a esa mujer.

¡¿Esa era su supuesta forma de adularla?!

Apretando los dientes, Rebecca intentó contener el impulso de entrar allí.

Pero aún estaba cuerda. En vez de botar el pastel y las flores, sacó su teléfono con la otra mano, encendió la cámara y filmó la escena en el dormitorio.

...

Al salir del departamento, Rebecca arrojó las cosas que tenía en los brazos al cubo de la basura. Cuando estiró la mano para parar un taxi, su teléfono en el bolsillo sonó de repente.

No quiso responder a la llamada. Sin embargo, después de subir al taxi, su teléfono siguió sonando. Al parecer, la persona que llamaba no iba a dejar de hacerlo hasta que ella le contestara.

Rebecca, un poco impaciente, acabó por contestar la llamada.

De inmediato, la voz de su suegra sonó con fuerza al otro lado de la línea. "¡Rebecca! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no has visto al especialista en fertilidad con el que pedí cita? Es más, ¡ni siquiera has querido atender mis llamadas! Si no quieres tener un bebé con Simon, ¡será mejor que lo dejes cuanto antes! Hay muchas mujeres que esperan casarse con la familia Weil".

Al oír a su suegra maldecir continuamente, Rebecca no pudo evitar apretar los puños.

En realidad, desde que se casó con Simon, sus suegros nunca la habían considerado como parte de la familia Weil.

Para ellos, como mujer de una familia pobre y sin recursos, debía sentirse honrada de dar a luz a un hijo de la familia Weil.

¿Cómo pudo haberle creído a Simon? Ella empezó a arrepentirse de eso.

Él le dijo que se portaría bien con ella el resto de su vida, que convencería a sus padres para que la aceptaran y que, aunque ella había salido lastimada en su última relación y no podía aceptar tener intimidad con él, haría todo lo posible para que ella le abriera su corazón.

Y ahora ella estaba lista para hacerlo, pero ¿y él?

Al escuchar las maldiciones de su suegra y recordar lo que acababa de ver en el departamento, Rebecca se puso muy furiosa.

Tras agarrar su teléfono, dijo con firmeza: "No se preocupe, me divorciaré de él. Ha estado anhelando un nieto, ¿verdad? Bien, pronto tendrá uno".

Sin embargo, ¡no sería hijo de Simon!

Como él la había engañado, ella decidió pagarle con la misma moneda antes de divorciarse.

"¡Tú! ¿De qué demonios estás hablando?" Antes de colgar la llamada, siguió escuchando las agobiantes groserías de su suegra.

Rebecca apagó su teléfono y le dijo al taxista: "Por favor, lléveme al Club Paraíso".