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La Vida Despu by El heredero del Dios de la medicina

La Vida Despu by El heredero del Dios de la medicina

Novela Orienteada a Hombres

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El heredero del Dios de la medicina
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Chapter 1

—Firma este acuerdo de divorcio y ve mañana a la Oficina de Asuntos Civiles con Felicity.

William Lu levantó la mirada y vio que su suegra, Rebecca Zhang, le ponía dos hojas de papel en frente, disgustada. Una hermosa mujer de rostro pálido estaba detrás de ella.

Era la esposa de William, Felicity Bai. Todos los habitantes de Qing sabían quién era. Su belleza era excepcional, pero se había casado con un hombre inferior y de clase baja. Todos los habitantes de Qing sabían que su esposo era un fracasado.

Al ver que la expresión de Felicity era fría como el hielo, a William le dolió el pecho. Las manos le temblaron cuando recogió los papeles de divorcio. El día estaba llegando, después de todo.

Cuando Felicity vio a William tomar los papeles, giró el rostro para esconder lo molesta que estaba. Se había dado por vencida con su esposo, que la había estado protegiendo durante los últimos diez años.

«¡William, todavía lo recuerdo! Hace diez años, en una noche nevada... Estabas vestido con harapos y sostenías un palo de madera. No me conocías, pero por protegerme a mí, recibiste mordidas de perros callejeros por todo el cuerpo; aun así, te negabas a rendirte. Usaste el palo como espada, ¡y te convertiste en mi caballero de brillante armadura! Desde ese momento, te he admirado mucho. Eres un héroe para mí. Todavía recuerdo tu valentía. ¿Y tú?

En los últimos años, has perdido todo el entusiasmo y la valentía... Mírate ahora. Siempre hablas en voz baja. Incluso si te pego o te regaño, te niegas a pelear para defenderte. ¿Sigues siendo un verdadero hombre?

Detesto verte de esta forma... Te he esperado durante diez años, pero también me has defraudado durante diez años. Si tan solo te hubieras decidido y te hubieras opuesto a firmar estos papeles de divorcio… En ese caso, ¡me habría entregado a ti por el resto de mi vida! Lamentablemente, no lo hiciste... Ni siquiera tuviste la valentía para quedarte con tu esposa.

Quizás acabar con esto de una vez sea lo mejor...».

Al pensar en eso, Felicity ya no pudo contener las lágrimas y se giró para irse. Rebecca, en cambio, miró a William con disgusto, pero completamente satisfecha.

Diez años atrás, su ingenua hija había salvado a un niño sin techo y había insistido para que se quedara en la casa. El niño estuvo viviendo en su casa desde ese momento, por diez años. Su hija, incluso, hacía todo lo posible para que el chico obtuviera la aprobación de todos. Y, tres años atrás, se terminó casando con él.

La noticia causó sensación en toda la ciudad de Qing. La familia Bai, que antes muchos admiraban debido a la belleza de Felicity, se había convertido en un hazmerreír por culpa de todo este asunto. Después de eso, la familia no volvió a recuperar su reputación. La diosa de la ciudad se había casado con un inútil que no tenía un centavo. La broma había estado circulando en Qing por tres años.

Ahora, su hija al fin entendía.

Si se divorciaba de este tipo, esa belleza incomparable que tenía le permitiría comenzar una nueva vida en Qing.

Fernando Lin, que hacía tiempo intentaba conquistar a Felicity, parecía ser un buen candidato. Venía de una familia rica y poderosa. Además, no hacía mucho, la familia Bai se había puesto en contacto con la familia Lin porque justo habían necesitado su ayuda con algo.

Je, je...

—¡Firma! Mi hija tiene una cita con Fernando Lin mañana —dijo Rebecca para insultar a William, que estaba inmóvil.

William suspiró y guardó los papeles. Muy serio, dijo:

—Dame solo un momento; estaba haciendo sopa para Felicity.

Rebecca miró a William con desdén. Durante los últimos diez años, este tipo estaba siempre con cara amargada, como si no tomara en serio a la familia Bai. Felicity era la única que podía hacerlo sonreír.

—¡Quién te crees que eres! ¡Más te vale firmarlo! —exigió Rebecca una vez más y luego salió de la cocina.

Después de que se fueran, una sonrisa amarga apareció de repente en el rostro de William y los ojos se le llenaron de lágrimas. Cuando bajó la vista hacia la olla de sopa burbujeante, le empezaron a arder.

«Felicity, ¿sabes por qué no he peleado para defenderme en todos estos años? Porque estás enferma. Tu cuerpo está débil, así que no puedo provocarte. Al final de cada mes, siempre te enfermabas; cada vez era insoportable para ti. Así que no hubiera soportado causarte aún más dolor...

Si no fuera porque he estado agregando hierbas medicinales a esta olla de sopa cada mes, no habrías durado más de quince años... Solo un año más y te habrías terminado de recuperar. Es una lástima, solo un año... ¿Por qué no me puedes dar un año más? ¿De verdad estás tan decepcionada de mí? ¡Aún no sabes cuál es mi verdadera identidad!

Por esa sola oración, porque dijiste que necesitabas compañía, ¡me quedé a tu lado diez años!».

Al pensar en eso, William sintió un fuerte dolor en el pecho. Pero, en este momento, sonó su teléfono celular. Con el ceño ligeramente fruncido, atendió. Era un número de teléfono que no había aparecido en diez años. ¿Acaso su familia...?

—¿Hola? —respondió William de inmediato.

Del otro lado del teléfono, sonó la voz afligida de una persona mayor:

—Joven amo, el viejo amo falleció anoche...

Aquellas palabras dejaron helado a William, como si acabara de oír un fuerte trueno.

«El abuelo. Falleció...», pensó William, con un gran dolor en el corazón.

William había nacido en una familia aristocrática, famosa por sus habilidades medicinales. Era la familia Lu, del norte. Sus padres murieron cuando era pequeño. Los demás miembros de la familia lo habían envidiado y odiado desde niño por su talento.

Su abuelo era el único que lo quería; lo adoraba. Pero, al final, para que estuviera a salvo por el resto de su vida, su abuelo fingió la muerte de William y lo envió lejos de esa familia tóxica. Quería protegerlo de las políticas dañinas y las malas intenciones de la familia. Fue también en esa primera noche en la que vagaba por la calle que conoció a Felicity, la chica que lo tenía en el corazón desde hacía tanto tiempo…

—Joven amo, el viejo amo le ha estado prestando atención en silencio todos estos años. También ha estado trabajando para que usted pueda ser poderoso. Además, hay una carta que quiere que usted tenga. Pasaré a buscarlo ahora —dijo el hombre en el teléfono, con voz ahogada.

William aceptó. Después de colgar el teléfono, se dejó caer sobre el suelo y se sentó.

«El hombre que solía cargarme en el hombro y que me pinchaba el rostro con la barba cuando era pequeño... El que se escabullía en mi habitación en medio de la noche, me enseñaba habilidades medicinales y me golpeaba despacio la cabeza para despertarme si me dormía... El abuelo ya no está...».

William no se había dado cuenta de que el rostro se le había llenado de lágrimas. Fue solo cuando el humo espeso y el olor a comida quemada lo invadieron que William regresó su atención a lo que estaba haciendo.

«¡Ay no, la sopa!».

William se levantó rápidamente, pero ya era demasiado tarde. Rebecca ya estaba entrando de nuevo y, mientras se tapaba la nariz, le gritó:

—¡Mier*a! ¿Estás loco? ¿Planeas incendiar la casa para vengarte de la familia Bai? ¿Por qué tienes tanta maldad en el corazón? ¡Felicity debe haber estado ciega para casarse contigo! ¡Firma el acuerdo de divorcio ya mismo! ¡No puedo esperar ni un segundo más!

Detrás de Rebecca, Felicity miraba la escena con tristeza en los ojos, pero no dijo nada.

«William, no sabía que tú también podías derramar lágrimas... ¿Estás llorando porque lo nuestro ha llegado a su fin? Lamentablemente, llorar no sirve de nada. Han pasado diez años. ¿Comprendes acaso cuáles son mis sentimientos y mis intenciones?

Lo que necesito que hagas por mí, no es derramar lágrimas de cobardía y de impotencia. Lo que necesito de ti es que tengas la valentía y la voluntad para vivir por mí. Si te atrevieras a vivir por mí, yo me atrevería a morir por ti...

No lo entiendes...».

William estaba perdido en sus propios pensamientos. El dolor de la pérdida, las palabras hirientes… eran como un puñal al corazón. De repente, se dio cuenta de algo. Su mirada se volvió severa. Levantó el rostro y miró a Rebecca y Felicity. Una de ellas era arrogante y despiadada. Y la otra era ahora fría como el hielo. ¡Luego de diez años de ternura, ahora solo había desesperación!

«¡No me importa esta familia! Espero que no se arrepientan. Mi abuelo era el único en el mundo que me quería y que me valoraba. No necesito ni la empatía ni la compasión de personas así. A partir de ahora, ¡seguiré adelante yo solo!».

Con esto en mente, William se puso rápido de pie, tomó los papeles de divorcio que estaban sobre la mesa y los firmó. Después de firmarlos, volvió a mirar a Felicity y salió de la cocina sin detenerse.

Su mirada sorprendió a Felicity. La expresión en sus ojos... Fría y arrogante. Parecía un lobo solitario; herido, pero obstinado. Cuando lo vio marcharse así de rápido, Felicity pensó que estaba alucinando. Se veía como si la indiferencia en los ojos de ella le hubiera atravesado el cuerpo como flechas y lo hubiera dejado cubierto de sangre. Como si cada paso que daba le doliera y le provocara una angustia inmensa. Su mirada; su silueta. Se veía exactamente igual que hacía diez años, cuando la rescató y luego solo se dio vuelta para marcharse. Pero esta vez no era su cuerpo el que estaba lastimado, sino su corazón...

Pensar en eso hizo que a Felicity se le cayeran las lágrimas, así que corrió hacia la puerta. Cuando Rebecca vio que Felicity corría a buscar a William arrepentida, maldijo en voz alta y fue detrás su hija, furiosa.

Felicity lo vio en la puerta; un William frío y arrogante. Parecía estar esperando algo... ¿Estaba esperado que ella lo convenciera de quedarse? Quería acercarse a él, pero se sintió desalentada de repente. Luego de haber dado un paso hacia él, volvió a retroceder. ¿De qué serviría pedirle que se quedara?

«Será mejor cortar nuestra relación que seguir odiándonos. De ahora en adelante, ya no vamos a estar juntos. Y vamos a ser felices al fin...», pensó Felicity.

Rebecca corrió hacia ellos y empezó a regañar a William:

—¡Eres tan arrogante! ¿Cómo te atreves a tratarnos de esta forma? Por tantos años, te dimos de comer y de beber. Hasta un perro estaría agradecido de que nuestra familia le diera de comer. Ni siquiera cuando os casasteis nos diste nada, ni un regalo de bodas, y mi hija no dijo nada. ¿Cómo te atreves a armar este escándalo en frente de mí?

Al ver que su madre seguía sin darse por vencida, Felicity se apresuró a tratar de disuadirla. Pero Rebecca solo hizo una mueca de desdén y dijo:

—Felicity, ¿todavía no te das cuenta de la clase de persona que es? ¿En serio creíste que se iba a ir? Es un miserable que no tiene un centavo. ¿A dónde va a ir? Actúa así a propósito para que le tengas lástima. ¡Hace mucho que vi cómo es en realidad!

Felicity no soportaba ver que William estuviera siendo humillado y que aun así siguiera sin defenderse a sí mismo. Con voz entrecortada, dijo:

—Mamá, basta. Sabes que no tiene dinero. Lo mejor para nosotros será separarnos en buenos términos. ¿Tienes dinero en el bolsillo? ¿Podrías darle algo...?

Rebecca se sintió satisfecha al ver a William tan callado y con los ojos rojos.

—Diez años. Después de diez años de aguantar esto, ¡al fin se acabó! Voy a dejar que este tipo se muera de hambre en la calle, sin dinero. Que se dé cuenta de que si no fuera por nosotras y por el resto de la familia Bai, estaría peor que un perro callejero.

Al ver que Rebecca se negaba a ayudar a William una última vez, Felicity suspiró y se dio vuelta para ir por el dinero. La mirada de Rebecca se volvió severa de repente. Se apresuró a tirar del brazo de Felicity para detenerla. A lo lejos, vio una mancha negra acercarse despacio.

—Felicity, mira, ¿es un Rolls-Royce Phantom? Es la primera vez que veo uno. ¡Es tan hermoso! Me pregunto de qué hombre rico será. Si te subieras a ese auto, sería la combinación perfecta: una joven hermosa dentro de un automóvil lujoso. Este es el tipo de vida que deberías tener, ¿entiendes?

Sin embargo, Felicity tenía la mirada puesta en William. Ni siquiera se fijó en el lujoso vehículo.

De repente, Rebecca soltó un grito. ¡El Rolls-Royce había estacionado frente a la puerta! El entusiasmo de Rebecca aumentó de inmediato.

—¡Ya sé! ¡Debe ser Fernando, que viene a buscarte para llevarte a una cena a la luz de las velas! Hoy le dije que te ibas a divorciar de este inútil. Debe estar muy feliz. No sabía que su familia fuera tan rica. Felicity, ¡pronto tendrás una buena vida!

Al escuchar esto, Felicity hizo una mueca de desaprobación. Su madre estaba yendo demasiado lejos. William seguía ahí. ¡Había dicho todo eso a propósito para avergonzarlo!

Rebecca resopló cuando notó que Felicity estaba mirando a William. Sacó un montón de billetes y se los dio a William en la mano.

—¡Maldita sea! ¡Voy a imaginar que pisé mier*a y perdí mil yuanes! ¡Hubiera preferido darle el dinero a un mendigo que dárselo a él! ¡Al menos un mendigo estaría agradecido! ¡Ya vete! ¿Me escuchas? Mi hija tiene una cita con su nuevo novio.

Un conductor con guantes blancos esperaba junto al auto. Abrió la puerta y saludó a William con una reverencia respetuosa.

Al ver ese gesto, Rebecca empujó a Felicity hacia el auto, entusiasmada, y la instó a que se diera prisa.

Por otro lado, la mano de William estaba con los mil yuanes en la mano. Hizo una mueca, incrédulo.

«Dinero...», pensó. «Todo se trata siempre de dinero. Y todo el mundo se la pasa sufriendo por dinero. ¡El dinero no significa nada! ¡Tengo todo el dinero que necesito! ¡Tengo poder suficiente para conquistar el mundo si quisiera! ¡Pero no quiero ni me importa! Lo único que quiero es a mi abuelo y... Envejecer junto a la persona que amo...».

Con todo esto en mente, William hizo una mueca de desprecio y rompió todos los billetes que tenía en la mano. Los diez billetes flotaron en el aire y los pedazos cayeron al suelo despacio.

Fue hasta el auto. Y, cuando Rebecca estaba a punto de decirle algo, vio algo que la dejó impactada. El conductor se inclinó respetuosamente ante William. Él abrió la puerta y se subió al auto sin mirar atrás.