Selene
Todo está oscuro, pero puedo escuchar el sonido de la hebilla del cinturón de Garrick. Se saca el cinturón de sus pantalones y lo blande, golpeándome en el vientre.
—¡No! ¿Qué estás haciendo? ¡Estás borracho! ¡Aléjate! —suelto un grito ahogado mientras sus garras se clavan en mi cuello y escucho la cremallera de su pantalón abriéndose.
El pánico se apodera de mí cuando lo siento intentar abrirme las piernas. Se supone que él es mi padre, ¿qué está haciendo? La tormenta ruge a la distancia, irónicamente la perfecta compañía para mi agonía. Las lágrimas no se hacen esperar mientras intento soltarme con todas mis energías, pero nada sirve.
Desde que mi madre murió, mi padre perdió la cabeza y me hizo su prisionera asegurándose de que no pudiera escapar al darme acónito todos los días. Todas las noches me voy a dormir deseando que al día siguiente no me levante con la nueva salida del sol, ¿qué más me queda? Mi loba Luna murió hace mucho y con ella mis esperanzas se fueron. No he comido nada desde ayer, ya no quiero sobrevivir, no quiero vivir toda mi vida en esta sucia celda.
Cuando veo su hombría, me horrorizo a morir, no creo que pueda sobrevivir a esto. Mi padre sigue intentando abrirme las piernas, pero peleo lo más fuerte que puedo, mi rabia parece que le está ganando a mi miedo. No voy a dejar que me siga haciendo daño. Alcanzo su rostro con mis manos y le araño los ojos.
Garrick suelta un quejido antes de golpear mi cabeza contra el piso, dejándome temporalmente paralizada, lo cual aprovecha para tocarme el pecho. Con una de sus garras, dibuja un surco hasta llegar a mi estómago y trato de gritar pero ningún sonido sale de mi garganta. Se ríe entre dientes con locura mientras me penetra con sus dedos.
—¡No! —digo con debilidad—. No puedes hacer esto, ¡soy tu hija! ¿Qué pensaría mamá sobre esto?
—Niña estúpida, no soy tu padre —suelta el hombre después de detenerse por un segundo. Sacude su cabeza de lado a lado como tratando de olvidarse de algo.
—¿Qué? —le preguntó con sorpresa.
—Tu padre era un don nadie de otra manada —me grita—. Tu mamá se embarazó de un hombre casado y tuvo que escapar en vergüenza. Yo no tenía familia en este territorio, así que cuando encontré a tu madre mendigando por las calles, decidí salvar su patética existencia. Me casé con ella, te adopté y les di a ambas un hogar. Le di tanto y, ¿cómo me lo pagó?
—Nunca me dejó tocarla, hice todo lo posible para demostrarle que la amaba, pero nunca pudo ignorar el hecho de que soy un omega —gruñó con malicia—. Eres igual que ella con la única diferencia de que contigo puedo hacer lo que quiera.
Se tira encima de mi cuerpo, pero la adrenalina hace efecto y agarro la botella de whisky que tenía al costado para golpearlo con todas las fuerzas que me quedan.
—¡Vete a la mi*rda! ¡Eres un enfermo!
Garrick se desmaya en el acto, me lo quito de encima con un poco de esfuerzo y salgo corriendo por la puerta.
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Camino sin rumbo por las calles mientras trato de encontrar un lugar donde pueda estar a salvo. Necesito encontrar un refugio antes de que Garrick venga detrás de mí. Me muevo lo más rápido que puedo pero todavía sigo desorientada, así que me muevo de lado a lado y a veces los autos me tocan el claxon para no arrollarme.
Obviamente las personas se dan cuenta de mi presencia y comienzan a verme con preocupación. Justo en ese momento veo un rostro conocido acercándoseme nublado por una fulgurante luz. He soñado con Bastien Durand muchas veces en estos últimos ocho años, pero ahora luce más adulto. Viendo lo guapo que se ha vuelto, no me sorprende que haya sido mi primer amor de la infancia. Veo su rostro preocupado acercarse al mío.
Sus ojos plateados brillan en la oscuridad, además tiene los brazos alzados y sus palmas abiertas, pero de la nada un rayo surca los cielos y su hermoso rostros se torna siniestro. Sus hombres están rodeándome y me siento en peligro. Un alfa enorme está frente a mí, seguramente quiere herirme. Cuando está a solo cinco pasos de mí, abre la boca para calmarme, pero su profunda voz tiene el efecto contrario en mí. Unos segundos antes de que su mano pudiera agarrarme, arremeto contra él. Bastien intenta detenerme, pero puedo sentir que no está usando toda su fuerza, así que aprovecho esta debilidad y me suelto golpeándolo en el vientre.
Me pongo a correr a toda velocidad, pensando que podría escapar de ellos, cuando lo escucho detrás de mí.
—Atrápenla, ahora —ordena.
