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Un hijo para mi jefe

Un hijo para mi jefe

Autor: Lorena Rodriguez

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Introdução

Jandé ha sido acusada injustamente de haber sido infiel al marido que tanto amaba. Ese mismo día, su jefe, acobardado por los deseos de su madre enferma, la presenta como su novia y le anuncia que está embarazada de su heredero. Sin miedo a lo que pueda pasar, los dos deciden continuar con la mentira que empezaron y firman un contrato en el que se establece que no habrá contacto físico entre ellos ni muestras de amor cuando estén en privado, además Jandé dará a luz a un hijo por inseminación y que, cuando nazca, tendrá que abandonarlo de su vida. Sin embargo, no esperan que su madre organice una boda secreta. ¿Tan fácil será divorciarse y entregar su hijo al hombre del que se enamoró?
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Chapter 1

―¡Jandé! ¡Qué haces en la cama con este hombre!

Exclamó el tipo que acaba de entrar a la habitación luego de pasar toda la noche en un bar, desbaratando el dinero que no le pertenece― ¿Desde cuándo tienes un amante a mis espaldas? —Sigue interrogando —Ja, tú, una jodida y descarada zorra que intenta reemplazar mi amor aun estando casados. ―Le acusó con odio su esposo Darío.

Un hombre duerme al lado de la hermosa Jandé, ella no sabe en qué momento ese hombre desconocido entró en su habitación y se acomodó en la cama mientras ella dormía plácidamente.

Además, ni siquiera lo ha reconocido porque el hombre está de espaldas a ella, y ni siquiera con la voz de Darío se ha despertado para dar la cara y enfrentarse a la realidad.

El esposo la sacó a rastras de la habitación, siempre acusándola de traidora y de ser la responsable del rompimiento de su matrimonio. La llevó al jardín y allí le propinó una golpiza y le amenazó con divorciarse cuanto antes para acabar con ese matrimonio de fachada y ahora sin sentido.

―Tengo pruebas de tu infidelidad, solo mira esta foto en mi teléfono, no tienes escapatoria, mujer desvergonzada. ―Le acusa sin piedad y apuntándole con el dedo índice para que ella se sienta atemorizada y ceda a todo lo que se le viene encima.

―No es posible Darío, créeme que yo no te he engañado con ese hombre, es más, no lo conozco y aunque lo conociera nunca te traicionaría porque yo te amo a ti. ―Le repite Jandé con profundo dolor en su corazón y lágrimas en sus ojos verdes como las montañas.

En el pasado Jandé solía ser la hija de padres adinerados, sin embargo, cuando ella les presentó a su novio Darío, estos no lo aceptaron y la echaron fuera de la familia al saber que días más tarde se había casado en contra de su voluntad.

Hace un año sus padres murieron aun sin perdonarle su desobediencia, su amado esposo fue el único que se quedó a su lado para darle consuelo y apoyo moral, ahora le duele que él le pida el divorcio y pretenda adueñarse de la casa que a ella le ha costado sudor y lágrimas para poder adquirirla.

Al principio de su relación todo fue hermoso como el color de las rosas, él nunca dio indicios de ser infiel, siempre se mantuvo al pendiente de ella, sin embargo, la vida de su esposo era otra, él hace mucho tiempo dejó de trabajar con la excusa de que en ninguna empresa lo quieren contratar y por ende decidió tomar las riendas del hogar y ser él, quien cocina y se encargue del aseo.

Pero después de seis meses de matrimonio, él se volvió un hombre egocéntrico y la humillaba de vez en cuando, hasta el grado de controlar sus salidas, de esa casa solo él tenía el derecho a divertirse con sus amigos mientras ella trabaja fuertemente para pagar los caprichos del bastardo.

Ahora él la quiere dejar en la calle, aun sabiendo que apenas tiene para sobrevivir con el sueldo que gana en las empresas Volkover, donde se desempeña como la asistente del dueño de dicha empresa.

―Lo siento mucho mi querida Jandé, sé que hemos sido un matrimonio muy bonito y es por eso que ahora nos divorciaremos, no acepto el hecho de que me hayas engañado sin piedad. —habla en tono calmado, pero siempre con aura de superioridad.

Debes de comenzar hoy mismo con los trámites del divorcio, recuerda que la mitad de esta casa me pertenece por ser tu esposo y habernos casado con la cláusula de compartir bienes.

Darío le ha hecho recordar el día en que llegaron al registro civil y de la nada él le dijo al abogado que querían que su matrimonio fuera con compartición de bienes, ella ni siquiera tenía pensado que fuera así porque era consciente de que por el momento no contaban con ningún bien a su favor y no quería que él la tomara como una oportunista.

—En el pasado te pedí que fueras mi esposa porque provenías de una familia rica, ahora ya no me sirves porque ni siquiera tus padres te heredaron su fortuna, no malgastaré mi tiempo con una muerta de hambre. —expuso con frialdad.

Esa confesión ha sido un duro golpe para Jandé, cuando se casaron él juró amarla y ser el amor de su vida para siempre, ahora no puede creer que solo haya estado interesado en su dinero y cuando vio que no era posible obtenerlo decide abandonarla.

―Ah, ―continuó el esposo― además, debes de pagarme quinientos mil dólares por daños y perjuicios a mi reputación, de lo contrario tendré que hacer algo con esta fotografía y sé que no te gustará ser la comidilla del barrio y de tu trabajo. ―La chantajea con el fin de seguir obteniendo más de su dinero.

El esposo malvado se sentó en una hamaca y lleno de tranquilidad cerró sus ojos para descansar después de una noche de parranda y sexo con mujeres del bar. Mientras tanto, Jandé volvió a la habitación para discutir con aquel hombre misterioso, a él lo considera ser el culpable de su fallido matrimonio con el hombre que ha amado desde siempre, aunque ahora este ya ha sido claro que no la ama y que quizá nunca la amó en realidad.

Para su sorpresa la habitación está vacía, el hombre ya se ha marchado y a ella no le queda más que lamentar su miserable situación.

Las lágrimas no tardaron en salir, esta mañana ha despertado con la mala suerte acompañándole y el impacto negativo ha sido tan fuerte que ha tenido que aguantar las ganas de llorar por la impotencia que le provoca dicha situación de infamia.

Desea lanzarse a lo más profundo de un abismo para no tener que enfrentar un juicio de separación matrimonial y entregar su casa al hombre que jamás ha dado un centavo para su adquisición. El hombre solo ha sido un gasto más desde hace varios meses y ella no volvió a tener la oportunidad de salir con sus amigas.

Pronto se preparó para ir a trabajar a su oficina, no esperó pasar más tiempo viéndole la cara de amargura y escuchando los murmullos groseros de su esposo que ha entrado con la intención de iniciar otra discusión sin sentido o quizá a repetir lo mismo que hace un rato reclamó.